Agrupadas alrededor del blanco y negro dominantes, Galería AMS Marlborough ofrece gráfica, pintura y escultura de autores y fechas muy diferentes. Más allá de incluir obras ya conocidas, valga comenzar por los dibujos y grabados. Entre los primeros atraen la vitalidad, el encanto, la sencillez lineal de los bulliciosos perros y gatos del lamentablemente fallecido Pablo Domínguez. Dentro de una línea formal muy cercana, un Bororo de 2017 brilla por su fantasía desatada, por su malicia lúdica. Agreguemos la hermosa construcción con cartones (1998) de Patricio Court; las potentes siluetas en medio de la noche cerrada, de un Eduardo Vilches sin fecha; la cabeza tan simple de Ricardo Yrarrázaval; los recatados pliegues de cortinaje de Claudio Bravo; las únicas fotografías concurrentes (2013) de Sachiyo Nishimura, con sus protagonistas: enjambres de cables aéreos urbanos que se tornan abstracción. Frente a los trabajos anteriores, el renacentista perfil en el aguafuerte del español Manolo Valdés, el rostro del dibujo de La niña (1949), de Mario Carreño, y el mismísimo Picasso presente lucen anticuados. En cambio, los tres grabados de Chillida de los años 60 parecen muy actuales. Al mismo tiempo, cuelgan acá el móvil juego de planos rectangulares en papel de Paula Zegers, y la conjunción de plumajes de Isabel Klotz.

Aunque escaso, tampoco falla a la cita colectiva el material pictórico. Encontramos, pues, un extenso óleo sobre tela de Benmayor y una revelación: las dos acuarelas de Carlos Araya, cuyos originales paisajes se manifiestan vistos a través de la velocidad. Respecto de los cinco escultores asistentes, Benjamín Lira entrega una de sus potentes cabezas humanas en oscura cerámica rayada; Federico Assler, un relieve provisto de texturas profundas; Vicente Gajardo y sus lindas parejas de una misma imagen cada vez; Ignacio Valdés, con dos maderas, resultando especialmente sugerente la figura vertical; el díptico en mármol de Cecilia Campos.

En Galería XS, Paula Zegers muestra dibujos y pinturas en formato menor. Plumas con mucho colorido conforman las segundas, cuyo asunto -el más atractivo suyo- oscila entre los enlazados alrededor de las letras mayúsculas, característicos de las iluminaciones medievales, e ilustraciones en contratante excesivo de iconografía infantil. Tampoco dejan de ser inesperados sus mosaicos en concha de perla, de una figuración heterogénea. Entre los productos lineales, también hay risueñas aproximaciones al afiche; algunos poseen un indudable encanto.

De la agrupación de galerías santiaguinas comprometidas con el recién pasado weekend de apertura dominical, causó molestia el incumplimiento de algunas de ellas. Entre las que sí estuvieron abiertas destaca La Sala y su expositora María Elena Naveillán. Continúa ofreciendo pinturas, volúmenes y collages recientes. Mediante las dos últimas disciplinas logra, a menudo, bellos resultados. No obstante, dentro de todo lo exhibido, es la tipografía genuina o recortada por la autora el gran personaje. Y sabe manejarlo con destreza e inventiva. Están, así, los cuatro bonitos cubos transparentes donde cuelgan con elegancia, flotantes y carentes de cromatismo, letras planas.

Los relieves aparecen de dos clases. Sobresalen los collages constituidos por tacos de imprenta originales, dispuestos con imaginación sobre textiles; cinco de ellos especialmente. Si Migrantes llama la atención por su forma elíptica, sus grises y toques refinados de color -vigoroso, evoca el cubismo analítico del siglo XX-, el lindo Libro Pothier nos lleva directo a la Belle Époque. Las otras construcciones corresponden a superposiciones recortadas del abecedario, que juegan a través de sus dimensiones y de su ordenamiento. En estos trabajos, el aspecto conceptual se halla, desde luego, reemplazado por el ornamental. Los por entero blancos definen los aciertos mejores. Respecto de las pinturas, Naveillán sabe otorgar interés a sus variaciones. Un trabajo con participación del público concluye la presentación. Consiste en la huella dactilar de la artista, alba, en gran tamaño, a la que el visitante puede añadir la suya, negra y normal, en un muy amplio soporte dividido en celdas capaces de separar cada una. Sin embargo, esta un poco simplona última porción sobra: el signo agigantado se basta por sí mismo.

BLANCO Y NEGRO
Colectiva de ayer y hoy, con ciertas obras de particular interés
Lugar: Galería AMS Marlborough

MADRE PERLA
Paula Zegers con plumas y concha de perla como materiales protagónicos
Lugar: Galería XS

NEXUS ATRAYENTES
secuencias tipográficas de María Elena Naveillán
Lugar: Galería de Arte La Sala

Fecha: hasta el 9 de junio