¿Será verdad que sí somos los ingleses de Sudamérica? Probablemente no. Ese rancio dicho que exuda colonialismo, y que muchos de las nuevas generaciones ya no deben ni conocer, no es lo que explica que la madrugada de este sábado se haya encendido el doble de televisores que el sábado anterior solo para ver una boda de la monarquía inglesa, una de las pocas que subsisten en la actualidad.
Lo que llevó a los chilenos a aumentar el encendido de un 12%, que registraba a las 8:00 de la mañana el pasado sábado, a un 25% la mañana de ayer, es que el enlace de Harry y Meghan es justamente aquello que más gusta a los televidentes de cualquier latitud: una historia de amor. Y no una discreta y acordada, como en épocas pretéritas, sino que una muy actual: mestizaje, activismo, divorcio y celebridad televisiva; todo encarnado en la figura de la novia que llegó ayer a la capilla de Saint George.
El matrimonio más
millennial de las monarquías europea convocó a los canales locales desde las cinco de la madrugada, los que decidieron transmitir el enlace mayoritariamente en vivo -con excepción de Chilevisión-. Los que más apostaron, ganaron, porque el
rating los acompañó.
Canal 13, de los más madrugadores, el que pagó los derechos para estar desde temprano en el interior de la capilla y el que trasladó a dos connotados periodistas hasta Londres, fue el gran vencedor de la jornada en términos de audiencia. El mismo canal donde hacía tres días venía luciendo su corresponsal en Europa, Mónica Pérez -en notable cobertura de la reunión de obispos chilenos en el Vaticano-, ahora destinaba sus recursos y esfuerzos, además de la programación envasada del viernes, al evento que permitiría cosechar un liderazgo que cada vez se vuelve más competitivo en la TV. Por eso estar atento a las señales de cómo los nuevos tiempos pueden resignificar lo que a primera vista parece anticuado, es importante para la pantalla actual.
Desde las 06:39 hasta las 10:30 horas, el 13 promedió 7,1 puntos, mientras TVN marcó 4,9 unidades, Mega 3,3 y CHV solo 2,5.
Imposible dejar de comentar el sentido del humor de Catalina Edwards, quien con un tocado negro lideró una transmisión que tuvo como punto alto el contenido aportado por expertos que fueron leyendo asertivamente los simbolismos detrás de las joyas, vestidos, flores, homilía y coro góspel. Igual de singular el enfoque de TVN, que hizo un capítulo especial de su matinal para darle al evento esa pátina de comadreo que todo matrimonio puede tener.
Eso sí, con comentarios como que seguramente Harry no quisiera que Camilla Parker Bowles estuviera ahí, por "lo tanto que hizo sufrir a su mamá", o sobre "lo increíble que es que Kate Middleton esté tan regia" después de haber sido recientemente madre, los contenidos que se entregan en pantalla se vuelven más regresivos que la propia historia de una monarquía que sabe advertir cuándo es la hora de evolucionar. Mal que mal, la boda de la actual soberana Isabel II fue en 1947, pionera en las transmisiones de una naciente televisión.