En la calle Cujas y en el Barrio Latino, un tarde que la policía nos dejó en paz, escribí una leyenda en un muro donde fusioné lo que yo era en mayo del 68: chileno típico sin miedo a la revolución.
Con el tiempo y los años se profundizó lo típico, y me empezó a dar miedo la revolución, pero no en ese entonces.
Y por eso dejé huella en la
rue Cujas, según mi francés macarrónico:
'!Meurs De Gaulle le clochard!', pensando en el roto Quezada y la muerte del roto De Gaulle.
Mis padres pagaban mis estudios y en Nanterre cursaba un doctorado en Etnología, teníamos un ramo en común con los futuros sociólogos y así fue como conocí a Daniel Cohn-Bendit, que después sería Danny el Rojo. Simpático.
Marchamos contra el imperialismo, tanto el de Estados Unidos como el de la URSS. Estaban redescubriendo a Nietzsche y yo no lo había ni descubierto. Andaban con "El hombre unidimensional" de Herbert Marcuse bajo el brazo. Me lo compré y cuando me preguntaron, dije lo siguiente: "Justo. Eso es". Hasta ahora no lo leo, pero la respuesta resultó, porque me abrazaron con cariño e intenté personalizar el asunto en Celine, estudiante de Antropología, que pensé era anarquista, pero no, era maoísta. Así que cero oportunidad
.En Chile, por esos años, existía la Central Única de Trabajadores (CUT) y lo cuento para adaptar lo que un día me dijo Danny: "Nosotros hacemos la revolución, si la CUT y mi abuela vienen con nosotros, pues muy bien, si no, nos las arreglamos sin ellos. ¿Te subes al carro?".
¿Qué iba a decir yo? Que sí, por supuesto.
De Chile viajé con un
long play que me encantaba y sobre todo una canción: "Go Go/22" de Los Mac's y su interpretación de "Córrete Beethoven". También eran de mi gusto Los Teen Tops, que creo eran mexicanos. Cuando se me diera la ocasión revelaría mis devociones musicales. Aún no era el momento.
Para darnos organización creamos el Movimiento 22 de Marzo que después se subdividió en el Movimiento 6 de Julio y en el Movimiento 17 de Octubre, lo que me pareció natural porque los que no eran trotskistas eran maoístas o bien anarquistas, como ya dije.
Y como a todos les gustaba el cine, una tarde fuimos al auditorio para ver "La chinoise" de Jean-Luc Godard, que en ese tiempo se duchaba una vez a la semana.
Al final de la función me preguntó sobre cine chileno y le mencioné "Ayúdeme Usted Compadre" de Germán Becker. Me pidió una descripción: carecía de estructura convencional, huía de la narrativa clásica y se descomponía en diversos capítulos.
Jean-Luc de indmediato se interesó, porque era lo que trató de hacer en "La chinoise".
Los universitarios franceses del 68 se despertaban y dormían escuchando "Son las cinco de la mañana, París despierta" y cantaban con Jacques Dutronc, que decía más o menos así: 'Y son las 5, París se enciende; y son las 5, no puedo dormir'.
Yo en cambio tenía una letra de rock entre los dientes: 'Mi amor entero es de mi novia Popotitos, sus piernas son como un par de carrilitos'.
Éramos jóvenes y nos creíamos infinitos".