El contralor Jorge Bermúdez fue el personaje de la semana. Estuvo en todas. Hizo su cuenta pública, dirimió el debate por el protocolo para la objeción de conciencia por la ley de aborto, se pronunció sobre el nombramiento frustrado de Pablo Piñera, habló del hijo del ministro Chadwick y del viaje del ministro de Hacienda a Harvard.
No es poco. Y ojo, que llevamos varias semanas pendientes de lo que hace y deja de hacer la Contraloría General de la República.
Es que ocurrió de nuevo: La "contralorización" de la política está de vuelta.
La primera vez que ocurrió este fenómeno fue durante el reinado -sí, reinado- de Ramiro Mendoza. Él fue el contralor que descubrió los superpoderes que tenía la institución. Igual que cuando Peter Parker se dio un día cuenta de que podía adherirse a las paredes y lanzar telarañas desde su muñeca.
Ramiro Mendoza gobernó -sí, gobernó- la Contraloría -y de algún modo el país- consciente de que nuestra institucionalidad lo convertía en un superhombre.
En Chile, el contralor es prácticamente inamovible durante ocho años, puede despedir a todos sus funcionarios sin pedir permiso ni perdón y contratar a dedo. Tiene potestad sobre todos los actos administrativos del Estado y si quisiera no se movería una hoja sin que lo terminara sabiendo. Porque en el mundo actual todo funciona con plata, y él es quien decide si la plata se gastó bien o mal.
Ni el Presidente de la República puede tomar decisiones sin que se las revise el contralor.
Por eso me llamó la atención el discurso del contralor Bermúdez esta semana. Dijo que no es deseable una "megacontraloría", ni que sea una especie de "Leviatán del control", ni que su entidad se convierta en "una especie de zar o capo anticorrupción".
Claro, las imágenes que pone no son muy sexis, pero de que tiene el poder de ser un "Leviatán" -esa criatura inexpugnable que Hobbes hizo ver como el "Estado absoluto"-, lo tiene.
Y Bermúdez lo sabe. Ya le mostró Ramiro cómo se usan los superpoderes.
Y por lo que se ve, el actual contralor quiere usar su poder total, pero de una manera más ondera, más moderna, más cool que antes.
Es lo único que explica que contratara a un team de millenials para que le dieran protagonismo a la Contraloría en redes sociales, para que le diseñaran memes y le dieran vida online a "Contralorito", el nuevo personaje que sirve de avatar al contralor.
Cómo lo explico. A ver, Peter Parker es al "Hombre Araña" como Jorge Bermúdez es a "Contralorito". Parker y Bermúdez son tímidos y fomes, mientras que el "Hombre Araña" y "Contralorito" son pura popularidad y onda.
No estoy haciendo un juicio de valor en esto. Si Bermúdez quiere quitarle lo avejentado a la Contraloría, no me opongo. Solo digo que hay que hacerlo con estilo. Como me dijo una amiga esta semana: "No hay nada peor que un ganso que se despabila después de los 40... se pone a hacer leseras que lo hacen pasar vergüenza".
Por eso, si la idea es buscarse un traje de superhéroe, para lucir los superpoderes, yo recomiendo hacerlo de a poco, o buscando referentes más coherentes con la edad de uno.
Un modelo podría ser James Bond, que tenía muchos defectos, pero también algo muy claro: uno en la vida puede perderlo todo, menos la sobriedad y la elegancia.