Bien sabido resulta que la intervención creativa de obras maestras no constituye una novedad. A partir del siglo XX, sobre todo, abundan los ejemplos; entre otros, los eminentes de Duchamp y Picasso bastan para demostrarlo. No obstante, existen muchas maneras de llevar a cabo la operación. Una infrecuente es a través del empleo de la luz. Así dentro de nuestro país y como recobro del pasado, Josefina Fontecilla ha rescatado las huellas del tiempo sobre textiles -alfombras, cortinas-, por intermedio del sistema natural del trajín doméstico o en especial gracias al efecto dirigido de los rayos del sol. Últimamente, su objetivo se dirige en una dirección bastante diferente. Hallamos, así, en las dos salas de Galería Patricia Ready el producto de la novedosa acción, más inmediata y cuidadosamente manejable. Se trata, pues, de seis pinturas sobre lienzo en las que la luz solar causó una decoloración de intensidades distintas. Puede, por tanto, hablarse de pintar de acuerdo a la intensidad luminosa; también, de técnica gráfica, donde el flamante instrumento pasa a desempeñar el papel del ácido o del buril. De tal modo que la presencia exclusiva de negros y de una gran diversidad de grises -los más claros se aproximan al ocre- permite calificarlos de grabados.
Correspondiendo a copias intervenidas de cuadros célebres, se remontan cinco al barroco y una al renacimiento. Entre las primeras sobresalen "La ronda nocturna", de Rembrandt, y "La coronación de la Virgen", de Velázquez, por su proximidad fisonómica con las pinturas originales. Aunque se pueden reconocer de inmediato, difieren profundamente entre sí los resultados obtenidos. El lienzo del holandés, por la deformación de sus figuras, se ha teñido de una apariencia capaz de amalgamar un expresionismo, tocado de ciertos elementos cubistas. Por su parte, la obra del español, el otro genio pictórico del siglo XVII, intensifica su genuino efecto metafísico. Es que dentro de sus protagonistas, la Santísima Trinidad, por intermedio del resplandor luminoso del Espíritu Santo, al centro de los aureolados Padre e Hijo, adquiere una dimensión sobrenatural inesperada. Santa María, por su parte, complementa a Dios Uno y Trino con su intensa actitud humilde y receptora de la gracia divina. Además, la potencia de los negros fortifica el notable equilibrio formal imperante.
En cuanto a "La Anunciación" de Fra Angélico, el brillo de la luz que envuelve al Arcángel Gabriel lo convierte en el epicentro del cuadro, dejando el recogimiento de la Virgen en segundo plano. De las dos apropiaciones de Caravaggio concurrentes, la referida a San Juan Bautista, junto con apartarse del ámbito religioso -al igual que en el original-, privilegia la preponderancia de la corporeidad sensorial, dentro de un juego y luz y sombra de tintes oscuros. En cambio, lo mismo que la sexta ejecución mostrada, "La conversión de San Pablo" se aleja más de lo reconocible. Manteniendo así el dinamismo del Caravaggio auténtico, ante todo consigue del caballo una figura nueva: esa especie de cuerpo humano deforme y de extremidades alargadas en extremo que cae. Por último, Guido Reni y su "Triunfo de la Aurora" alcanza aquí uno de los momentos de mayor alejamiento de la realidad. Captado desde la techumbre del Casino dell'Aurora en el romano Palacio Pallavicini-Rospigliose, consiste en un pintura que para observarla mejor Fontecilla añade un espejo -¿no pudo ser más largo?-. Eso sí exige detenimiento para descubrir el carro de Apolo y su auriga, introducirse dentro del cortejo acompañante, cuyos personajes ostentan hasta aspecto de vegetales. Asimismo, la móvil fluidez de su claroscuro esconde la innegable blandura de formas del mural original.
EFECTOS DE LUZ
Copias de pinturas famosas en variable transfiguración luminosa y formal
Lugar: las dos salas de Galería Patricia Ready
Fecha: hasta el 1 de junio