Aleksandar Hemon es un escritor bosnio que se radicó en Estados Unidos justo antes de que comenzara el sitio a Sarajevo, cuando todavía no cumplía 30 años. Se quedó, aprendió inglés hasta dominarlo y en esa segunda lengua -tal como Conrad y Nabokov- ha desarrollado su carrera literaria, con un proyecto que tiene bastantes puntos en común con el de Roberto Bolaño: el tratamiento del desarraigo y el hábito de desarrollar historias que ya aparecían en algún libro anterior, por ejemplo. Sin embargo, con este libro, Hemon parece dar un giro respecto de sus obras anteriores, donde parecía repetirse el mismo personaje protagónico, un expatriado bosnio en Estados Unidos. El personaje principal es un aspirante a guionista de origen judío, muy estadounidense, que se topa con el mundo bosnio porque les hace clases de inglés a inmigrantes. Dos teclas resuenan con mucha fuerza en el desarrollo de la novela: el humor, en primer lugar, que ya había mostrado con mayor acidez en
El proyecto Lázaro. Varios de los personajes parecen trazados desde la exageración de los rasgos, y sus caracteres previsibles no les quitan comicidad, al contrario. Le segunda es el erotismo; Hemon escribe sobre jóvenes, Joshua es novio de Kimiko, casi prototípica también en su levedad oriental, y desea con pasión a Ana, una de sus alumnas bosnias, casada con un caricaturesco hombretón gruñón y celoso.
Es saludable y a la vez desconcertante el giro de Hemon. Sarajevo y las guerras civiles balcánicas están mucho menos presentes que la invasión estadounidense a Irak (la novela sitúa la acción a comienzos de la década pasada, entre el atentado a las Torres Gemelas y el inicio de la guerra contra Saddam Hussein). El desarraigo -tan propio de la literatura del autor- asoma, pero de manera más sutil, en el caso de Joshua, que puede llegar a sentirse ajeno en Chicago, la ciudad donde nació y vive, y más oblicuo, en esa comunidad bosnia que el protagonista roza sin entender por qué llegan a caerse de la mesa con los chistes malos que Ana trabajosamente le traduce. El tono paródico de la narración, puntuada por fragmentos del guion que escribe Joshua sobre una película de zombis (que explota a fondo los lugares comunes del género), abre la narrativa de Hemon hacia otro espacio de reflexión, hacia otra forma de no hallarse en el mundo, sin la pasión, quizá, de sus anteriores obras, pero con una madurez en la manera de desarrollar sus personajes y su historia que sigue siendo una de las más atractivas de la narrativa contemporánea.