Sebastián Abreu quiso responderles a algunos hinchas de Audax Italiano que lo insultaban lanzándoles una mesa. No hay duda de que los cobardes de la galería le vociferaron groseramente todo lo que después de once fechas un seguidor itálico piensa de él, aunque con mayor frialdad: que su rendimiento futbolístico es un bochorno y que su paso por el club solo servirá para engrosar su estadística récord y algo más su cuenta bancaria.
El "Loco" Abreu, que tendría que recibir una drástica sanción por su acto, no puede excusarse en su falta de experiencia para justificar la agresión ni tampoco en que las ofensas estaban dirigidas a hechos de su vida personal. El verdadero problema, por si aún no se da cuenta, es que su figura encarna la profunda impotencia del hincha itálico que presencia cómo Audax Italiano cumple la peor temporada de esta década, lo que es mucho decir en un club que hace largo rato perdió toda intención de competir por un título.
Pero Abreu, un delantero centro que después de once fechas suma un total de dos ocasiones de gol y ni un tanto a su haber, no tiene toda la culpa: lo convencieron de que a los 41 años podría repetir la campaña que en 2017 lo sacó goleador en Puerto Montt, que con su capacidad y profesionalismo le alcanzaba para brillar en la desvalorizada máxima categoría del fútbol chileno, que llegaba a un club con pretensiones de estar arriba y avanzar un par de rondas en la Copa Sudamericana, que sería dirigido por un entrenador con ideas claras, manejo de grupo y discurso sólido y que lo respaldaría una fervorosa y pequeña hinchada, que premiaba el esfuerzo por sobre el resultado.
Al avezado y fogueado Abreu claramente lo engatusaron. Y a sus 41 años y 26 equipos en el cuerpo, la ambición de gloria y el temor al retiro, lo cegaron. Por eso, la imagen que recorrió el mundo cargando una mesa para arrojárselas como proyectil a los hinchas marcará su paso por Audax, como también por el fútbol chileno. Para su suerte, o desgracia, nadie ni siquiera se acordará que no hizo ningún gol en Primera.
Y si efectivamente el castigo que le dictaminarán acelera su salida de Audax, con el tiempo Abreu admitirá que en el Tribunal le hicieron un gran favor. No solo porque a su edad y condiciones debe entender que no puede pretender rendir en el fútbol de alta competencia, por muy mediocre que sea el medio, sino porque también no será testigo del fracaso de un equipo que se dirige inevitablemente a la pérdida de categoría por errada gestión directiva y deportiva.
Un club que por demasiadas y lamentables razones invadieron los mercachifles y buhoneros de tercera categoría, que por acomodo les abrieron la puerta a piratas vestidos de financistas, managers e intermediarios que carcomieron la esencia de una institución social y deportiva que representó dignamente a la colonia italiana, y que después con grandes esfuerzos se afincó en una comuna popular de Santiago como La Florida, con el propósito de vincularse con la comunidad. Una institución que, a vista y paciencia de unos propietarios que solo llegaron para lucrar, hoy solo subsiste para que representantes inescrupulosos "trafiquen" o triangulen entrenadores y jugadores, y adquieran parte de la sociedad para terminar controlándola sin importarles la historia que construyó gente de verdad honorable.