Pablo Guede vio desmoronarse su sueño tras caer con el Delfín, en la peor derrota internacional alba de todos los tiempos. Ángel Guillermo Hoyos vivió su propio diluvio tras ser vapuleado en Belo Horizonte, en la más catastrófica caída del fútbol chileno en su historia copera.
A Hugo Vilches lo echaron del Audax tras perder con Botafogo y a Nicolás Córdova, al que le habían perdonado el descenso y el mal arranque en el torneo local, no fueron capaces de dejarle pasar la bochornosa eliminación de Wanderers en la Libertadores.
Martín Palermo estuvo con un pie afuera de Santa Laura tras su segundo desastre copero y "Vitamina" Sánchez camina por la cornisa, porque, al igual que su colega, no fue capaz de compatibilizar el tránsito por dos torneos paralelos, por muy cómodo que sea hoy el calendario. Y a "Pep" Bozán todo le va de maravilla después de que fue zarandeado por Vasco da Gama, salvándose de milagro del despido. Dalcio Giovagnoli se juega, con Temuco, una carta arriesgada frente a Estudiantes de Mérida, porque, para ser honestos, el equipo no despega tampoco en el frente interno. Quedar eliminado sería, con certeza, su lápida.
Clasificar a los torneos internacionales debería ser una bendición en el fútbol chileno. Se gana buen dinero, se muestra a los jugadores, se adquiere experiencia y se incrementa el currículum, pero, reincidentemente, ponerse en la balanza internacional ha resultado un calvario para los técnicos, que en su mayoría son incapaces de sobrevivir a esta dura prueba que les implica una adecuada planificación. Como la mayoría opta por el camino de la dosificación, terminan haciendo papelones afuera y una discretísima campaña adentro, lo que significa poner voluntariamente la cabeza en la guillotina.
Para decirlo en términos simples, lo que debería ser un premio es un castigo. Llevar el equipo a la arena internacional es sinónimo de poner el cargo en riesgo. Desde la banca, sea cual sea la nacionalidad, jugar una Copa desata fantasmas ancestrales que obligan a medir el kilometraje y a sobreponderar el desgaste. Los equipos chilenos siempre juegan con el freno de mano puesto, tratando de no subir las revoluciones, con el taxímetro funcionando, porque cualquier pique de sobra es considerado nefasto en una historia reciente plagada de fracasos.
¿Y si -a la luz de los hechos- lo pensaran al revés? ¿Si en vez de medirse se desbocaran, se reventaran en el intento, corrieran como si el mundo se fuera a acabar, minimizaran los errores y jugaran el mejor fútbol posible? Algo habrá que hacer, muchachos, porque con tanto cupo internacional nos vamos a quedar sin entrenadores, como la U, que no tenía regularizados ni a los ayudantes de Hoyos ni a Esteban Valencia, su reemplazante. La impresionante lentitud para reaccionar ante situaciones tácticas puntuales fue fundamental ante Colo Colo y Cruzeiro, y con el "Huevo" en la tribuna (e imposibilitado de comunicarse) podría seguir ocurriendo. ¿O se les olvidó que deben jugar con Racing esta semana?
Un recado para Beñat San José, que vive tranquilo, manso y relajado: no se le vaya a ocurrir meter a la UC en la lucha sudamericana. Todos sabemos lo que sería eso.