Gabriel Ruiz-Tagle es un viejo zorro y en esta nueva edición de su mandato, le guste o no, tendrá que cargar con todos los pecados que se le achacan y con varios otros que, por lo que representa su figura, le serán atribuidos por una mágica extensión. Huelga reiterar que sus antecedentes directivos en Colo Colo, como subsecretario de Deportes y empresario involucrado en una colusión de precios, siendo elegantes, no son como para enorgullecerse, aunque él recalque que no ha sido formalizado por nada que se le pueda imputar. Pero tampoco su llegada debería sorprender por el estado de las cosas: el club vive una complejísima situación financiera y deportiva y es difícil, en el actual escenario del fútbol chileno, encontrar alguien a quien su pasado (o su presente) lo deje indemne.
Si bien Ruiz-Tagle ya no podrá lanzar la primera piedra nunca, hay que admitir que Aníbal Mosa agarró a peñascazos el club que dirigió poco más de tres años con una administración caóticamente egocéntrica y caprichosa. Es muy posible que Colo Colo no hubiese resistido con una aparente normalidad otra temporada bajo su gestión, y en ese sentido la asunción del sector opositor les otorga a los albos una sensación de respiro, por lo menos en cuanto a un ordenamiento con la lógica de empresa societaria.
La urgencia es ahora posicionarse en un contexto enrarecido por un legado directivo que fundamentalmente deja varios amarres visibles: un entrenador cuestionado por los resultados y su cercanía con el presidente saliente más que por su capacidad técnica; una plantilla de jugadores carísima para el medio local, difícil de "rentabilizar" a futuro y que no ha dado pruebas de su jerarquía internacional, y un precario desarrollo de las divisiones menores donde no se visualiza capital como para un recambio efectivo o una potencial fuente de ingresos a mediano plazo.
El trabajo de Ruiz-Tagle no parte por seguir con Pablo Guede o hallar una fórmula para destituirlo sin costo y traer otro entrenador afín a su ideario o simpatía. Centrar en lo inmediato las prioridades en el equipo podría sonar populistamente tentador y una buenísima manera de acallar las críticas por la carga biográfica del nuevo presidente y los grandes accionistas que lo pusieron en la testera. Colo Colo amerita una revisión profunda de su política deportiva antes que todo, incluso que una capitalización de diez millones de dólares, porque allí más que en cualquier otra cancha se juegan los próximos títulos y su envergadura a nivel continental.
Mosa solo se dedicó a personalizar su gestión y vivir o morir cada fin de semana. Así fue como terminó, negado por los mismos socios minoritarios a los que dijo representar cuando desbancó a los que hoy gozan con su desalojo. Ruiz-Tagle tiene la posibilidad de una redención a lo menos en el plano deportivo si es capaz de conducir un plan racional. Podrá así silenciar, en parte, a quienes le enrostran, con mucho de razón y otro tanto de animadversión, un pasado que aunque no lo formaliza, lo condena.