Invertimos mucho tiempo y energía en ordenar la vida para hacerla predecible. Nos quita el miedo, porque aumenta la certidumbre. Es importante, porque el tiempo ha pasado a ser un bien muy preciado. Hay poco tiempo y en el apuro de nuestra vida cotidiana, casi todo está estructurado de manera que se aproveche cada hora.
Lo tremendo es que la incertidumbre es parte clave de la vida y nadie puede escapar de ella. Nadie nos prepara para esto. Vamos aprendiendo en el camino que si planificamos algo, puede pasar que la vida nos depare otra cosa. Pero saberlo no es lo mismo que internalizarlo, que tenerlo presente como una variable posible. Muchos malos ratos, rabietas, frustraciones se evitarían si tuviéramos internalizada la idea de que la vida es impredecible.
Sí, hay dichos que nos lo recuerdan como "Dios dispone". Pero no es lo mismo decirlo que integrarlo a la vida cotidiana.
Por un lado está la dificultad de cambiar planes cuando tenemos horarios cubiertos y actividades planificadas. Pero sobre todo está la rabia, el desconcierto, la perplejidad y hasta la sensación de fracaso y de vergüenza cuando faltamos a compromisos, porque algo impredecible nos aparece y tiene prioridad por sobre toda otra consideración.
Hay un rasgo de profunda humanidad en lo impredecible. Nos recuerda que nuestro control y poder sobre la vida es mucho menor que el que creemos tener. Alguien decía que los países propensos a terremotos eran más flexibles que los que no los conocen. Tal vez. Pero, en general, es la naturaleza la que nos recuerda que no somos dioses y que la impredictibilidad es parte de la vida, porque existe la muerte. En nuestra cultura la muerte no forma parte del presente, es más bien el resultado de enfermedades, de la edad, de accidentes. Pero la verdad es que una mañana cualquiera de un día cualquiera, la vida nos puede cambiar del todo. El niño sano y alegre, lleno de vitalidad y de futuro se enferma y nos dan un diagnóstico grave ante algo que parecía trivial y en minutos lo que parecía eterno, se vuelve riesgo. Esa impredictibilidad súbita no está presente en nuestras alternativas. Y tal vez sea sano que así sea, porque si no, viviríamos muertos de miedo y la libertad quedaría hipotecada.
Ciertas culturas incorporan lo impredecible como parte inevitable de la vida. La nuestra no lo hace. Pero, ¿qué o quién nos prepara para las sorpresas dolorosas de la vida? Nada ni nadie. No, verdaderamente. Capaz no nos ha hecho un gran favor.