Si Reinaldo Rueda se pretende ungir como el articulador entre la ANFP y terceros, ya sea clubes o jugadores, está cometiendo un grave error estratégico. No es su tarea, no se le trajo para eso, salvo que los dirigentes cuando lo presentaron no lo hayan explicitado, ni tampoco será evaluado por cómo logró unificar los intereses de todos los involucradas en algo tan complejo como las relaciones directivo-futbolistas.
No es el rol del seleccionador sugerir o solicitar que las sanciones reglamentarias sean o no ejecutadas. Si Colo Colo y Universidad de Chile se negaron a facilitar a sus jugadores para sesiones de entrenamientos, deben asumir que hay una norma establecida por los propios clubes que castiga a quienes se marginen. El tema es administrativo, no técnico, y punto.
Rueda no debe aparecer como el mediador, porque no le corresponde, porque afecta directamente su trabajo técnico (a menos que no sea así y los miniciclos no sirvan para nada, salvo para justificar la pega) y, lo más trascendente, porque dirige la selección y con su "injerencia" funda un precedente fatal. ¿Hará lo mismo con otros clubes que por razones equis no presten a sus jugadores? ¿Y si no lo llega a hacer, quiere decir que Colo Colo y la U son privilegiados?
El mismo carácter de intermediador en el caso Claudio Bravo tampoco es un valor agregado para su rol. Si debió enfrentar la automarginación de un futbolista en su primera convocatoria, por muy insustituible o referencial que este sea, aparece casi como un capricho que el entrenador le insista para que participe de un par de amistosos o, incluso, de un proceso. Rueda admitió ayer que sí lo hizo con Bravo, aun cuando el capitán había levantado una exigencia que era una suerte de imposición, y que por si fuera poco comprometía el trabajo de exclusiva competencia del entrenador jefe, como es la composición de su equipo de asesores directos. Darle cabida a renuncios transitorios sin una decisión que suponga drasticidad es abrir ingenuamente una incógnita permanente. ¿Operará igual cuando un jugador con menos trayectoria o cuyo puesto tenga mayores opciones de reemplazo desista de ir a un llamado para jugar por la selección?
La tolerancia y buenos oficios de Rueda es una conjunción peligrosa cuando el objetivo primordial es dirigir a la selección y no hacer una obra social de convivencia. Por sus palabras y acciones, las declaraciones más bien trasuntan falta de carácter. O peor, lo cual sería sorprendente para su reconocida trayectoria, una muestra de desconocimiento de la idiosincrasia que rige al fútbol chileno, tanto la de sus jugadores como la de sus dirigentes.
Y aunque, que esto quede claro, tampoco se trata de transformar la autoridad del cargo de Rueda en una tiranía despiadada, el negocio de la condescendencia para un plantel nacional, que requiere renovarse en un éxito cercano y una patente involución, no parece ahora ser el más rentable a mediano plazo, cuando de verdad se empiece a jugar algo importante como son la Copa América y las clasificatorias.