El propósito de la obra "Nanas" abre en principio expectativas: Busca hacer un retrato y diagnóstico del estado actual aquí de uno de los oficios más menospreciados y de menor visibilidad, el de las empleadas de casa particular puertas adentro; con énfasis en la inmigración, ya que son mujeres venidas de otros países en gran número quienes hoy lo ejercen. El texto proviene de una investigación hecha bajo el alero de la Parroquia del Inmigrante y el sindicato de esas trabajadoras.
Los antecedentes también prometen. Un grupo latino estrenó la obra el año pasado en Nueva York, en español con sobretítulos en inglés, ganando premios en ese circuito para su dramaturgia y elenco. Su autor, Leonardo González, es uno de los jóvenes escritores para el teatro más persistentes, con una larga lista de cursos formativos incluso en Nueva York, y varios títulos estrenados en la franja emergente, aunque este -que escribió en 2012, a los 24- debe ser el más resonante. La versión local la abordan el mismo colectivo Interdram y la directora Ana López Montaner, que pese a tener un breve currículo hicieron un muy buen aporte a la temporada 2016 con "El efecto", de una novel dramaturga inglesa.
La propuesta parte bien. Presenta los testimonios de cinco nanas -dos chilenas, una peruana, una dominicana y una ecuatoriana- que en soliloquios entrecruzados, dirigidos de frente al público, comparten cómo fueron empujadas por sus circunstancias personales a trabajar en esto, y cuentan además los malos tratos, humillaciones y problemas que sufren en el día a día. Menos frecuente es que se las muestre interactuando con sus patronas -una mujer rica madre de 9 hijos y una anciana solitaria- y otros personajes complementarios trazados por las mismas actrices.
Pronto queda claro que esta es la descripción a varias voces de distintos aspectos de una realidad, y que la estructura excesivamente fragmentada que elige el autor no la favorece. Hacer 'zapping' sobre historias paralelas le da cambiante agilidad al discurso, pero este salta de una cosa a otra sin detenerse ni profundizar en nada. Es una exposición sin un verdadero relato ni situaciones dramáticas que progresen generando tensión en escena o alguna emoción. El reiterado procedimiento de que cada ejecutante haga ocasionalmente otros roles menores enreda la entrega y provoca confusión. Aquí una misma actriz encarna dos patronas y otra a dos trabajadoras distintas, sin contar con que algún personaje es imaginario y otro fantasmal.
López ocupa bien el espacio fraccionándolo en zonas mediante la luz, pero otras ideas teatrales suyas contribuyen a desarticular el resultado. Impone recursos alegóricos -una gigantesca bolsa de basura, escobillones como faldones y un bosque con ellos al final- que contradicen el tono realista del resto; intercala tres canciones y una alusión a Felipe Camiroaga que no conducen a nada; y cierra la pieza de repente, sin desenlace ni remate.
La directora permite que la actriz a cargo de las patronas desentone del conjunto haciendo de sus roles una parodia gruesa, con recursos fáciles y externos. Por el contrario, la siempre notable Claudia Cabezas potencia su rol como eje de la jornada.
Matucana 100. Miércoles a sábado a las 20:00 horas. Domingos a las 19:00 horas. Hasta el 22 de abril.