Colo Colo es un equipo peculiar desde que Aníbal Mosa llegó a la presidencia. Extraño. A ratos indescifrable. La imagen de Guede retirando su renuncia, rodeado de jugadores y el timonel de la institución sugiere un futuro borrascoso, porque significa que en el futuro cercano no habrá salida posible sin la participación de un grupo de jugadores que ha ejercido un liderazgo confuso. Y basta con mencionar el críptico mensaje de Barroso citando a Bielsa, que nadie ha podido descifrar.
Independientemente del complejo entramado de las relaciones internas del Cacique, hay una verdad indesmentible: no puede resolver el puzle del favoritismo extremo. Le pasó con La Serena e Iberia en la crisis anterior, repite con Delfín y el colista San Luis ahora, en lo que el propio Guede ha definido como su peor momento en el club.
Y es que la metamorfosis del entrenador ha provocado un problema sin solución para un plantel experimentado y veterano. A Colo Colo le cuesta ejercer presión, utilizar las bandas, jugar con velocidad y -como se decía hasta hace poco sin sonrojarse- "someter" al adversario. Extraño para un entrenador que fue involucionando y que ayer, sin pudores, apeló al puntete de Zaldivia e Insaurralde para armar el fútbol ante San Luis, lo que debería avergonzar a cualquier estratega.
Llegó a un punto en que el esquema que más le calza a este equipo es replegarse para aprovechar los espacios que le genera el rival, lo que puede tener muchas lecturas y definiciones tácticas, pero que es un marco demasiado acotado y estrecho para un profesional que llegó al club precisamente a sacudirlo de su modorra, de su comodidad, de su tránsito pausado.
Guede se adaptó a lo que tuvo, pero enfatizó los males en la conformación de un plantel que hoy tiene a varios elementos -sobre todo aquellos que pueden accionar por las bandas- en el ostracismo. No es posible saber si con ellos en cancha la suerte podría ser distinta, pero resulta obvio que los rivales ya leen sin problemas un esquema obvio y previsible.
Si a eso sumamos la cuota de soberbia, prepotencia y paranoia que siempre acompañó el tránsito de este grupo, la cosa está más o menos clara ahora que el viento sopla en contra. No sabremos a ciencia cierta cuál es el veneno que provocó la ponzoña alba, ni si existe el antídoto en el plano interno, hasta que se sincere y transparente lo que hasta ahora es un enigma: dónde y por qué se produjo la transformación táctica que transformó el juego de un equipo que siempre supo jugar bajo presión y con las velas desplegadas.