Como Melquisedec, este plato carece de genealogía. Hemos investigado, hemos consultado libros. Nada. Quizá fue inventado en Chile hacia fines del siglo XIX, cuando el consumo de tallarines se hizo aquí más común (en los recetarios chilenos del XIX casi no se los menciona) y cuando algunos cocineros franceses, que los santiaguinos habían importado de Francia, se independizaron de las casas particulares y abrieron sus propios restoranes. Ni siquiera está claro si el término es "Bontú", o "Bontue" o "Bontoux".
Sea ello como fuere, el caso es que el plato está cayendo, inmerecidamente, en el olvido. Y eso que éste es un país que ama "los fideos", como denominan ahora a las innumerables variedades de pasta italiana.
Se trata, por si Ud., Mademoiselle, cuya dieta de "macdonalds" y "burgerkings" y "suchis" no admite muchas variaciones, lo ignora, de unos
spaghetti sazonados con salsa de crema, queso y trozos de pechuga de pollo. Hay versiones que reservan el título para este plato si va hecho con tallarines de panqueques (otra preparación de orígenes ignotos). Y esto nos da pie para ir adonde queríamos:
los tallarines de panqueques, que eran un festejo para nosotros en la mesa y una tortura para la Herminia en la cocina, se aderezaban según dos fórmulas: o con panitas de pollo o con erizos. Los pergenios se inclinaban por la primera fórmula hasta que, con el crecimiento, le descubrían el cuesco a la breva y se aficionaban a la segunda.
Hemos encontrado algunos recuerdos de viajes de Elizabeth David por la cocina italiana, que descubrió y quiso mucho antes que ese simpático gaznápiro inglés que ahora la ha puesto de moda. Y cuenta que en la Toscana le dieron alguna vez unos
spaghetti con panitas de ave. Es que esos toscanos consumen una extraordinaria cantidad de pollos y lo aprovechan todo. Como nosotros también comemos millones y millones de pollos al año, uno se pregunta qué pasa con los millones de interiores de que, hasta donde se sabe, los pollos chilenos están dotados igual que en otras latitudes, porque es poquísima la gente que los cocina.
Como las versiones de tallarines con panitas de pollo que conocemos nunca nos han dejado satisfechos, va aquí una que sí es interesante.
Tallarines con panitas de pollo
La salsa: pique 100 gr de panitas de pollo, 100 gr de panceta, 2 dientes de ajo, corteza de 1 limón. Fría esto 3 min -y no más- en 150 ml de aceite de oliva. Bata 1 huevo más 4 yemas, añada 200 gr queso rallado. Mezcle con las panitas calientes fuera del fuego. Tenga a mano en ese momento, cocidos al dente y recién colados -dejándoles un poco del agua hirviendo- 400 gr de spaghetti, e inmediatamente viértales encima la salsa, revolviendo para que los huevos se cuezan con el calor de la pasta -estilo spaghetti alla carbonara-. Sirva en platos calentados.