Mientras "Mucho Gusto" lideraba inapelablemente las mañanas, fue construyéndose una nueva estructura de televisión. En esos 45 meses, que partieron al abrigo de la audiencia nocturna heredada por la pionera turca "Las mil y una noches", y que siguieron apuntalándose en una pantalla con cada vez más exitosa ficción nacional, el proyecto -nacido en 2002 como un ameno espacio de corte periodístico y gastronómico-, pudo volver a hacer honor a su nombre fundacional.
Pero ese reinado de casi 4 años acabó en marzo, y hoy el programa vive el trauma de un desplome que, en rigor, no se debe solo a episodios como la partida de la que fue su animadora desde mayo de 2013, Katherine Salosny, o a la falta de profesionalismo de uno de sus panelistas más célebres, el también locutor Karol Lucero. Es más, bien podría decirse que esos dos eventos son síntomas de algo más profundo, que termina por traducirse en la paulatina desafección de las audiencias hacia el exitoso proyecto liderado desde agosto de 2014 por el productor ejecutivo Pablo Alvarado.
"Mucho gusto" saltó al primer lugar de la TV matinal en mayo de 2014, cuando la dupla de Luis Jara y Salosny cumplía un año de adecuación. Ambos, con sus historias de alegrías y dolores en la vida pública y privada, ya eran tan familiares para el televidente que prácticamente no requerían invitación para entrar al hogar. Menos si en la noche el televisor se apagaba con Sherezade y Onur.
Entonces "Mucho gusto", cómodo con una pantalla temperada a bajo costo, se sumó inicialmente a los contenidos que tradicionalmente definían a la TV matinal -información, entretención, servicio, denuncia, profesionales y cocina-, pero todos ellos tamizados por la verdad que transmitían quienes a esas alturas ya eran, aunque no necesariamente queridos, al menos tan familiares que no se dudaba de su honestidad.
Luego vino el desarrollo acelerado de ese embrión. Esas personas, y otras, se transformaron en un rol.
De pronto "Mucho gusto" ya era una mesa familiar, todos tenían que cumplir con una funcionalidad. Fueron viendo cómo el resto de los canales comenzaba a copiar ese esquema coral y quisieron, a su vez, redundar en diversidad. En 2017 José Miguel Viñuela llegó en medio de la enfermedad de Jara, y Karla Constant se sumó también poco tiempo antes de que Salosny sufriera un accidente invalidador. Los jóvenes terminaron por ser una patrulla; y, para mayor abundamiento, en ese período fueron surgiendo con fuerza otras voces que querían hacerse escuchar desde la impunidad: las de toda red social. Llegar a un punto de catástrofe era cosa de tiempo nada más.
"Mucho gusto" abrió un espacio de verdad en la televisión, uno que a fuerza de réplicas externas y ambición interna fue perdiendo justo eso que se valoraba más: su humanidad. Hacer matinales hoy es lo opuesto, son 5 horas de trabajo continuo -solo al aire- en que los canales se juegan la audiencia del día poniendo en riesgo la integridad de a quienes se les exige más. Al dejar de verse las personas, surgen las caricaturas, la risa forzada, y terminan por imponerse los llantos angustiados, como el que protagonizó hace unas semanas Karla Constant, a quien se le atacó por redes sociales por el alejamiento de Salosny, una animadora que quizás -mujer de 54 años, opinante, soltera y sin hijos- no encajaba con ningún rol tradicional.
Las audiencias están reaccionando, como esta semana, cuando vieron una dimensión desconocida de Karol Lucero que los hizo dudar de los principios éticos de quien cada mañana llegaba hasta su hogar como ejemplo de meritocracia y juventud. Mega sigue liderando la audiencia general, y eso es una gran oportunidad para enmendar, para que este desarrollo frenético de los eventos y personas no sea más que un disgusto temporal.