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Cartas
Domingo 08 de abril de 2018
Colonia Dignidad
Señor Director:
Respondo la carta del señor Hempel publicada ayer:
1. Durante mis años de psiquiatra en Concepción (1967-1970), nunca vi ni traté a algún miembro de la Colonia Dignidad, aunque no hubiera tenido nada de malo que lo hiciera, porque era un hospital público en el que se recibía a toda persona que solicitara asistencia. Venía llegando de cinco años de estudios en Europa y ni siquiera sabía de la existencia de esta comunidad. La confusión puede deberse a que el catedrático era por entonces un austríaco, que estaba desde mucho antes de que yo llegara.
2. Comprendo la rabia del señor Hempel con una persona como yo, que siendo psiquiatra, no pudo vislumbrar detrás de las apariencias el sistema de terror que allí imperaba y del cual él, como ex colono, pudo haber sido víctima de alguna u otra manera. Esa torpeza mía la he reconocido desde hace años y en varias oportunidades. Contribuyó a que yo creyera las explicaciones del Dr. Hopp, la existencia de un documento de la Cámara de Diputados emitido el año 1969 y en el cual se relataba la investigación llevada a cabo por 15 miembros de todo el espectro político durante un año, sin haber encontrado fundamentos para ninguno de los cargos. Entre estos, había algunos inverosímiles, como el esconder a Martin Bormann o tener un ejército clandestino, pero otros similares a los que vinieron después: maltrato físico y sexual y que sí eran perfectamente verosímiles. Si engañaron a 15 parlamentarios durante un año, bien podrían engañarme a mí en algunas visitas. En todo caso, vuelvo a expresar mis más sinceras disculpas a los que sufrieron malos tratos, y en particular, al mismo señor Hempel, por no haber comprendido a tiempo la dimensión de los abusos sufridos por los colonos.
3. Continúo sin entender por qué se me atribuye el haber prescrito psicofármacos a los colonos, con el objeto de mantenerlos sometidos. Fuera de constituir una falsedad absoluta, los médicos de Colonia Dignidad no tenían necesidad de mis recetas para darles psicofármacos a la gente, porque en Chile está permitido que cualquier médico recete cualquier medicamento, aunque no sea su especialidad.
4. Condenar a una persona por manifestar una opinión distinta a la imperante en un momento histórico determinado no es propio de un Estado de Derecho. Muchas personas murieron durante los totalitarismos del siglo XX solo por expresar ideas diferentes.
Dr. Otto Dörr