Quedó estrecho el hemiciclo de la Cámara de Diputados, se adaptaron los curules y se achicó por acá y allá, redujeron el espacio entre parlamentarios, escritorios más cortos, pasillos mínimos y por eso la sensación de encierro y ahogo.
De sobra mencionar que son 35 las mujeres y 120 los hombres, y aumentó el comidillo, la habladuría y la fabulación, porque de 120 almas (es un decir, por supuesto) se pasó a 155.
Digamos que las almas deben ser unas 27, como mucho, pero volvamos al centro de la cancha: respirándose en la oreja, padeciendo calor humano, cero aislamiento.
En el Frente Amplio, novísima bancada tipo
collage, existen otros temores, porque imaginan la vaguada costera, el frío mañanero y ven a Florcita Motuda con los mismos atuendos interiores, capa y zapatillas. El cintillo que luce, no nos consta, perdió elasticidad y ganó en dureza. Lo piensan poniéndose de pie y en rápido ademán despliega alas y capa, y así es como desprende vapores, efluvios y a lo mejor hasta algo vivo sale de ahí abajo.
A Miguel Crispi se le empañan los anteojos, Pamela Jiles afirma la sonrisa de Tigre, Gabriel Boric aguanta lo que puede y Tomás Hirsch se desvanece.
Eso ocurriría y no lo soportarían.
Demasiado juntos, casi topándose y las relaciones se desgastan.
Un parlamentario se estira -algo muy frecuente- y con los brazos extendidos roza un cachete a la izquierda -estaba de pie- y al de la derecha le mete un dedo en el ojo: estaba sentado. Y por fortuna no fue al revés.
No hay intimidad en las estaciones de trabajo, que es otro decir.
Una cosa es la camaradería, afirman los DC, y otra distinta es el codo a codo con Jorge Sabag, camarada agotador.
Mario Desbordes ataca de nuevo y cuenta que como carabinero fue jefe de la tenencia Abate Molina y como gendarme fue jefe del Sistema Semi Abierto. Es difícil hacerse el distraído sin un metrito de lejanía. A Desbordes, en todo caso, lo agota Luciano Cruz-Coke, como es natural.
Camila Vallejo y Karol Cariola enfrentan a Guillermo Teillier que de repente carraspea y a veces tose, para que a la primera se le corra el rímel y la segunda pierda trabas y cintillos.
El pastor Eduardo Durán, de RN, cuenta que un día se le apareció el diablo y el diablo, cosa curiosa, era de izquierda.
Patricio Melero cruza las piernas y con el codo remece la costilla de Adán de Jaime Bellolio, que podría ser su hijo, y con la punta del zapato azota la pequeña rodilla de María José Hoffmann que podría ser su hija mayor.
Las voces se apelotonan y estrujan.
El socialista Jaime Tohá habla de un pasado remoto cada vez más pluscuamperfecto.
Pablo Prieto, exfutbolista, cuenta que una vez metió un gol con la derecha. Y fue olímpico.
Pepe Auth hace otro cálculo electoral y el suplicio es general.
Están muy juntos y los movimientos rebotan.
A René Saffirio le duele la cabeza y el país, así que le recomiendan reposo para el país, pero para lo otro no hay remedio.
Todo se escucha.
El radical Fernando Meza habla de Chile y de su futuro, pero en voz alta.
No hay dónde huir.
Renato Garín soñó que un lobista enmascarado ingresaba a su dormitorio, y fue terrible.
Todo se sabe.