Perdió Rueda su primera batalla. Fastidiado y mustio, dio por cerrado el caso Bravo sin siquiera haber aclarado las principales aristas de su primer conflicto. No supimos las cosas que importaban, ni en el fondo ni en la forma, confirmando lo que ha sido una norma en la selección desde hace mucho tiempo: los problemas es mejor pelotearlos, pegarles de puntete y bien lejos. Don Reinaldo no demoró en aprender una fórmula ya ensayada y con tristes resultados en el fútbol chileno, porque la transparencia escasea.
Cuando ya le había dado el chute al caso Bravo, don Reinaldo ganó con creces la siguiente contienda. Tras el triunfo sobre Suecia, la conclusión fue unánime: Chile ya no es un equipo de vértigo, presión y verticalidad, sino de posesión y paciencia. El estilo -que comenzó a mutar en la Copa América de 2015- tuvo sus altos y bajos, pero en el descalabro final de Pizzi hubo un síntoma muy claro que quedó en evidencia: la pérdida absoluta de la disciplina táctica.
Alexis y Vidal no jugaron a lo que quisieron, y fue la evidencia más palpable. El volante del Bayern Munich fue otra vez tan determinante, que se reafirmó como el principal referente en cancha de este equipo, respaldado por su siempre fiel escudero Charles Aránguiz. Alexis fue tan disciplinado que no reclamó ni hizo gestos ni se desesperó, lo que ya es mucho para su pasado reciente en la Roja y sus clubes. Resultó determinante en el gol del triunfo con una jugada que llevaba todo su sello.
Al técnico, por lo demás, le resultaron todas las apuestas, partiendo por la dupla Roco-Maripán, que en desmedro de Paulo Díaz (quien parecía fijo en el puesto) recuperaron la altura del fondo, un sello de las alineaciones del colombiano. Y en esa esfera, lo más probable es que Gary Medel pase a ser el tercer volante, lo que agregará agresividad en la presión, que ni Pulgar ni Hernández pueden garantizar.
La sorpresa estuvo arriba, porque todas las fichas apuntaban a que don Reinaldo recuperaría la referencia de área que Pizzi intentó imponer durante el último tramo eliminatorio, con resultados más que deficientes. Para sorpresa de todos, Eduardo Vargas volvió a una función que le es incómoda y que abre espacio para nuevas fórmulas, donde el "tapado" parecería ser Diego Valdés detrás de la línea de delanteros, algo que requiere, en todo caso, reacomodar a Arturo Vidal, que ayer se vio muy cómodo en esa línea.
Pero, lo que es fundamental, la selección volvió a ratificar que es una fuerza colectiva compacta, sólida, de funcionamiento aprendido, y que con suficiente motivación podrá seguir lamentando una pérdida irreparable. Este era el Mundial que siempre proclamaron pelear, y ya no será. Ahora sólo sirve estirar un protagonismo que ha sido su sello, y que no se pierde.