"Loveless" (2017) es la última película de Andrei Zvyagintsev, ruso de nombre impronunciable del que antes vimos las inolvidables "El retorno" (2003) y "Leviatán" (2014). Estas dos películas enormes pusieron, por sí solas, a Zvyagintsev entre los directores fundamentales de lo que va en el siglo XXI. "Loveless" ganó el Premio del Jurado en el último Festival de Cannes y fue nominada a Mejor Película Extranjera en los premios de la Academia, donde ya sabemos perdió frente a la chilena "Una mujer fantástica".
"Loveless", título que se podría traducir como "Sin amor", es una tragedia oscura, dura, como casi todo lo que filma Zvyagintsev, esta vez, incluso, sin el humor negro que "Leviatán" mostró de cuando en cuando. Cuenta la vida diaria de un matrimonio en plena separación. Zhenya (Maryana Spivak) y Boris (Aleksey Rozin) viven en Moscú, están vendiendo el departamento que comparten, cada uno tiene ya una nueva pareja y el problema que no han resuelto es qué harán con Aliosha (Matvey Novikov), su único hijo, un niño de 12 años con el que ni el padre ni la madre, al parecer, quieren vivir.
Como en sus cintas anteriores, Zvyagintsev transmite la sensación de que la Rusia contemporánea es un lugar muy áspero en el trato y en las relaciones, donde no solo la amabilidad es escasa, sino también la complicidad, la compasión, la idea del acto gratuito por la simple simpatía que se puede tener por el otro. Zhenya es una mujer dañada, con seria incapacidad de amar o ir realmente más allá de sí misma. Boris es un hombre débil, de poco carácter, bueno pero también cobarde. La cinta muestra ampliamente el mundo que rodea a ambos, con la intención de ser más que un simple drama intimista y acercarse, en cambio, al fresco social. Poco es lo que sale de allí. De no ser por una asociación civil que busca a niños desaparecidos, la Rusia de "Loveless" se parece mucho al parque que Aliosha cruza día a día al regreso del colegio, de grandes árboles caídos, monocromático, ocre, desolado. El confort material, medianamente extendido al menos en el mundo de esta "familia", expresado en oficinas modernas, amplios supermercados, grandes tiendas, cómodos departamentos, no parece tener un equivalencia en el bienestar de las relaciones afectivas. Incluso, las relaciones de pareja parecen más incentivadas por el deseo, por el llamado de la naturaleza a la reproducción, que por algún tipo de encuentro entre almas o sensibilidades.
Zvyagintsev, si bien se muestra entonces como un moralista, no lo es en la forma que hoy suelen tomar los moralistas tan en boga en América Latina o Europa. Su retrato de Zhenya y Boris no proviene desde un cómodo desprecio a sus personajes. La clínica descripción social sobre Moscú contemporáneo tampoco se afirma en una postura de superioridad moral, en una certeza respecto de conocer el lugar del bien mientras se deja que sus personajes se embarren en el error, la ignorancia o el egoísmo. Zvyagintsev es más sutil, más ambiguo. Al estilo de los novelistas del siglo XIX, muestra, apunta, describe cómo la vida está hecha de pequeños eventos y miserias cotidianas que tienen que llevarse entre dolores y rabias difíciles de conciliar, entre necesidades y vacíos que no sabemos cómo opacar. Incluso, Zhenya, que recibe el trato más duro en la cinta, no es ni de cerca una mujer malvada o corrompida, sino limitada, ensimismada, víctima, quizá, de una madre muy desequilibrada.
Difícil película.
A diferencia de "El retorno" o "Leviatán", que tenía paisajes enormes, donde el hombre aparecía a veces como un detalle de un fresco mayor, lo que enmarcaba su destino en una suerte de vacío existencial, en "Loveless" Zvyagintsev filma casi todo en la ciudad y mucho en interiores. Y como recurre a los mismos planos largos y continuos que son parte de su sello, el efecto final resulta la mezcla de una elegancia y sobriedad visual que retrata, a la vez, un mundo que se hace añicos, sin prácticamente reparación imposible. Al respecto, los últimos planos son demoledores.
Loveless
(Título original: "Nelyubov").
Dirigida por Andrei Zvyagintsev.
Con Maryana Spivak, Aleksey Rozin y Matvey Novikov.
Rusia, Francia, Bélgica y Alemania, 2017.
127 minutos.