No hay espacio en la película "Ya no me siento a gusto en este mundo" para imaginarse cuándo es que Ruth (Melanie Lynskey, "Criaturas celestiales"), su protagonista, sí pudo sentirse a gusto en este mundo.
Es de noche y la insulsa y poco agraciada auxiliar de enfermería bebe una cerveza sola en la pequeña terraza de su casa mientras por ahí se oyen risas de gente pasándolo bien.
Su rutina comienza todas las mañanas con el mismo taco de siempre para llegar a atender a una anciana que lanza garabatos e improperios junto a sus últimos suspiros, sin que ninguna de las dos se preste mayor atención.
Ruthie es un tanto invisible: es esa clase de personas a la que cualquiera en el supermercado pasa a llevar en la fila o si se sienta sola con un libro para leerlo tranquilamente en el bar, justo se encuentra con un tipo que es capaz de ¡"spoilearle" la novela! Y que cuando visita a su amiga, el marido de esta no se molesta en disimular la cara de lata de encontrarla en su casa.
La ópera prima de Macon Blair -ganadora de Sundance 2017- nos sumerge en las vidas vulgares y poco heroicas de un puñado de personas de una ciudad sin importancia de Estados Unidos, montando un inteligente puzzle de géneros en el que se mezclan el sarcasmo, el humor absurdo, negro, y algo grotesco con el
thriller sangriento e incluso el romance. Todo sucediéndose de una manera insospechada y en un medio tono más allá del realismo, pese al ambiente pedestre y el patetismo cómico que se sucede en un desfile de personajes secundarios que no tiene desperdicio: el policía burócrata, los ladrones chapuceros, el viejo del galpón de venta de objetos robados, la rubia linda, tonta y aburrida, siempre copa en mano.
Cuando comienza la historia, nada parece que pueda variar la anodina existencia de esta mujer sin el menor atractivo, pasada de peso, vestida como para ordenar el garaje, ni su abulia con visos de depresión. Solo que la segunda vez que el vecino permite que el perro que pasea deposite sus fecas en el jardín de Ruth, esta reacciona -un verbo intenso para ella- y termina conociendo a Tony (Elijah Wood, en un estupendo desempeño), lo que no es necesariamente un progreso en sus relaciones sociales. Tony, además de nerd y algo TOC, es un sujeto tímido y torpe. Bueno, no muy diferente a ella.
Pero sí hubo alguna vez algo -o alguien- que hizo que Ruth se sintiera a gusto en este mundo: su abuela. Por eso, cuando prácticamente en sus narices entran a robar a su casa y se llevan la cuchillería de plata que heredó de la anciana, despierta de su modorra vital.
Sin planificación y sin calcular consecuencias -y ante la desidia total de la policía- se lanza a la búsqueda de los pocos bienes que le han birlado (entre ellos, su computador). Hay una inocencia infantil y buenos sentimientos -que llegan hasta la ingenuidad- en la torpeza con que Ruth camina por la vida. Y esta aventura tendrá ese sello. Ella solo va tras sus objetos amados como un elefante en una cristalería, y así va quedando todo a su paso.
Macon Blair descoloca con un guion que de pronto parece cobrar vida propia y donde el humor y el sarcasmo nunca dejan de aparecerse, incluso en detalles mínimos, hilvanados en escenas agudamente diseñadas.
Hay algo de prestidigitación en su estilo: en algún momento, y aun cuando el espectador pueda llegar a desconcertarse, este mundo gira su eje y se produce ese sutil pero trascendental cambio que al comienzo de la historia parecía imposible.
Originalísima -aunque nada pretenciosa-, "Ya no me siento a gusto en este mundo" ("I Don't Feel at Home in This World Anymore") es una película que requiere de un espectador dispuesto a dejarse sorprender. Una vez dentro del juego, las claves y sus numerosos guiños se revelan deliciosamente.
(En Netflix).