Tras una campaña mediática que despertó gran curiosidad, el debut de "Sayonara" -la propuesta japonesa que hace interactuar en escena a una actriz real con una androide- se reveló en su primera
performance latinoamericana como un experimento de escaso interés teatral, enraizado más bien en la fascinación nipona por la tecnología de punta.
Más breve de lo que se preveía (duró apenas 25 minutos), nos llega además algo tarde. Sus creadores -el gurú de la robótica Hiroshi Ishiguro, con el aporte del dramaturgo y director Oriza Hirata- llevan siete años tratando de imponer su cruce tecnoteatral, con algunos retoques textuales y generaciones cada vez más avanzadas de Geminoid-F.
Ya que no existe otro espacio más perfecto que el escenario teatral para apreciar la condición humana reflejada en vivo, el atractivo potencial de esta obra radica, como ha sido habitual en la literatura y el cine de ciencia ficción, en la reflexión acerca de qué define al Hombre en comparación con una imitación artificial de sí mismo. Pero aquí ese estímulo se agota pronto por cuanto esta autómata, con el aspecto de una joven de voz serena, solo hace pequeños gestos con la cabeza y permanece siempre sentada con las manos cruzadas sobre el regazo.
La estimulación entonces podría surgir de la situación planteada y la interacción entre sus personajes. Pero ello tampoco florece, en buena medida porque los parámetros que espera el espectador occidental de la representación teatral difieren mucho del desarrollo artístico de la ficción en Oriente.
Primero se nos presenta una escena en que Geminoid-F recita poemas a una enferma terminal para acompañarla en su próximo deceso. Es un pasaje lírico y de calma crepuscular, estático y sin evolución, que habla de la soledad intrínseca de la muerte. En tanto acumula estrofas, sugiere el horror de una sociedad individualista en que las personas están tan solas que deben recurrir a un robot para que las asista en su tránsito final.
Sin embargo, a los 15 minutos, tras un apagón de varios segundos, vemos a un técnico que viene a reparar o retirar como desecho a la androide, que está fallando y repite frases y poemas de modo incoherente (la moribunda ha desaparecido). La escena cambia drásticamente de atmósfera y sentido, se vuelve jocosa en vez de solemne, y en tono de comedia actual y directa parece referirse ahora a la frágil naturaleza de la inteligencia artificial. Como si se burlara torpemente de lo que mostró antes y de su propio empeño.
Así, por su pobreza dramática y el estado primario de su principal imán, la entrega deja gusto a muy poco. Su estructura esquemática e ingenua plantea demasiados temas relevantes que solo enuncia, incluyendo una tardía alusión a la tragedia nuclear de Fukushima. Lo mejor de la velada son los abundantes comentarios que el propósito genera a la salida de la sala.
GAM.
Hoy y mañana, a las 18:30 y 20:30 horas.