A Claudio Bravo le encantaba tomar desayuno y cenar con Sergio Jadue. Era una manera de estrechar lazos, de fomentar la convivencia y de negociar más favorablemente los premios y las condiciones de trabajo, aunque su interlocutor fuera un tipo con conducta patológica al que el grupo -según denunció Sampaoli- trataba con excesiva familiaridad.
Desconozco cual será la relación del capitán con Mansour bin Zayed Al-Nahyan, el dueño del City, y si el jeque aparece solo para la foto y no para el desayuno, lo que tanto le molesta a Bravo de Arturo Salah. Pero, para no quedarnos en menudencias, vamos al tema de fondo que plantea el arquero en medio de la típica confusión de ideas que surgen de su discurso.
Bravo dice que los entrenadores de arqueros de Chile no le gustan, que quiere uno propio y que se lo planteó a Reinaldo Rueda. Que le dijo hace 40 días que no vendría a la primera convocatoria, pero que quedó esperando igual el llamado de Salah, que no se produjo. Le molestó que lo incluyeran en la nómina y como lo consideró inapropiado y desleal, programó un viaje a Chile con su familia. Ese es el tema, creo.
Sobre lo del preparador de arqueros es probable que tenga razón. Que los de la Roja no tengan categoría internacional, aunque convengamos que en los últimos años las mejores actuaciones de Bravo son con la selección y no con sus clubes, donde cosecha más críticas que elogios. En el arco de Chile se agiganta, pero es razonable que quiera más rigor, porque este año solo afrontará seis o siete partidos con la Roja, como máximo.
Lo que no es lógico es que pida su propio preparador, y que Rodríguez acuse a los dirigentes de amiguismo, en circunstancias que -seamos honestos- el que lo está imponiendo es su amigo, que ya le dio trabajo en su escuela de arqueros. ¿Qué cara pondrían Johnny Herrera y los demás porteros de la selección si vieran a Bravo y Rodríguez salir abrazados y chacoteando a la cancha del desmejorado Pinto Durán? ¿Qué garantías habría de que el trabajo fuera igualitario y colectivo, si el capitán pagaría de su propio bolsillo el pasaje y la estadía del entrenador y amigo?
Igual, más allá de las incongruencias, lo razonable es que Bravo vuelva a la selección, porque es el mejor arquero de la historia y porque, además, otros volvieron con pecados más graves. Pero para eso deberá resolver todos los entuertos que ha ido provocando en el último tiempo con las vocerías familiares, las presiones indebidas y la relación con sus propios compañeros.
Bravo es un extraordinario jugador. Y fue un muy sobrio capitán de la generación dorada hasta que su propio personaje se lo comió desde la cacareada distribución de los premios. Guarda un resentimiento inexplicable contra casi todo el medio y ya va siendo hora de que aclare bien sus ideas y las exponga donde corresponde: ante su técnico, su presidente y sus compañeros.
Puede ser, perfectamente, en un desayuno.