¿Es lícito que un grupo de hinchas de Unión Española, que viajaron hasta Huancayo para ver a su equipo, con gran sacrificio económico y físico, hagan un "apriete" al plantel tras la deshonrosa eliminación en la Copa Sudamericana?
Se dirá en defensa de los fanáticos hispanos que trataron de hacerlo en el marco del respeto y las buenas costumbres, lo que no es el caso de los barristas de Wanderers, que interrumpieron un entrenamiento para increpar a Nicolás Córdova y su plantel por el descenso, la eliminación de la Libertadores y los malos resultados de este año. Como la directiva le ha pedido al entrenador que se vaya voluntariamente (o sea, sin pagar la indemnización), sin obtener la respuesta deseada, los hinchas caturros -protagonistas de los más graves incidentes en el último tiempo- decidieron tomar la iniciativa y, derechamente, amenazar a la luz del día.
En ambos casos, la reacción de los clubes ha sido nula. En la Unión, porque el propio Jorge Segovia hizo un "apriete" en redes sociales invocando al fantasma de Santiago Bernabeu. Y en el puerto, porque la institución anda a la deriva desde hace mucho rato, desde cuando la Fundación de la que depende amenazó con marcharse cobrando las deudas.
Encomillo el término porque "apriete" no existe. Es aprete, un verbo transitivo definido por la RAE como "hacer fuerza o presión sobre una cosa o persona, obligar a alguien a hacer algo con ruegos o amenazas, causar aflicción a una persona o estimular a una caballería con espuela". En la lexicología futbolera, es lisa y llanamente amenazar.
No serán los jugadores -ni su sindicato- quienes combatan estas prácticas. Es un hecho que los futbolistas distinguen a sus barristas más fanáticos con un saludo preferencial o con ayudas económicas que permiten estos viajes, muchas veces con concomitancia del club. No será el fútbol el que los sancione o los reprima, porque ya está comprobada la laxitud con que operan los organismos contra la violencia (es cuestión de mirar la lentitud y el secretismo para sancionar la agresión a un jugador profesional en el Estadio Monumental, tras el partido entre Colo Colo y O'Higgins), y no corresponde, en estos casos, que operen las autoridades policiales o políticas. Tampoco lo hicieron cuando hinchas de Colo Colo quemaron neumáticos y amenazaron de muerte a los dirigentes, cuando las contrataciones no llegaban en la pretemporada: no había suficientes pruebas.
En la Premier, este fin de semana, los hinchas del West Ham entraron a la cancha a apretar a los jugadores, y en Hamburgo pusieron once cruces como advertencia ante la posibilidad de descender. En Francia, hinchas y jugadores del Lille se tranzaron a golpes, lo que nos demuestra que en Europa pasan cosas igual que en Sudamérica. La diferencia es que allá las sancionan. Aquí, pasan coladas.