El Museo Nacional de Bellas Artes se atrevió a aprovechar la totalidad del tórrido verano, para inventariar el cuarto de siglo creativo de una interesante artista, Mónica Bengoa. Su obra no posee un desarrollo cronológico estricto y en la fotografía tenemos el punto de partida. Son pequeñas láminas con color que abordan una temática doméstica, donde la densa y separada agrupación de una misma niñita y de un mismo niño resulta el aporte más significativo. Casi al mismo tiempo tenemos un asunto por entero diferente: en amplio formato, variaciones de ese abismo corporal -como bien lo titula la artista- que es el ombligo. Prácticamente, de inmediato viene la madurez plena (2001) mediante el mural, grande y muy hermoso -se exhibe solo una reproducción-, en el que casi diez mil cardos naturales pintados definen un realista lavatorio casero. El año siguiente, en cambio, pareciera traer un salto atrás con la amplitud de la doble fotografía impresa que nos muestra la mujer que limpia un baño.
La personal técnica, que recurre a miles de simples servilletas de papel coloreadas a mano -de manera vertical u horizontal-, provocando murales extensos, comienza en 2004. Lucen de entonces el lindo jardín de plantas y la enorme cama infantil con juguetes debajo. Poco después, nos propone la autora otros momentos de particular calidad, los bordados con sus bastidores peculiares, dominados por la temática de frutas, que forman parte de un gran dibujo a lápiz sin color. Entre 2007 y 2014 hallamos, acaso, el meollo de la retrospectiva: de nuevo las servilletas como mosaico de soporte, ahora con el asunto de los libros, o bien la importancia del fieltro calado a mano. Materializa este último, dispuesto en capas, ya textos e ilustraciones florales transfiguradas, ya el alargado, espléndido, sugerente fresco textil de 2012 -"Algunas observaciones de medio día"- en negro, sobre fondo gris encima de la pared blanca. A su vez, aunque también abandona coloraciones, "Still life" se limita a las palabras, jugando con las gráciles ondulaciones del material sobre la muralla.
El joven Miguel Soto consigue dominar, distribuir muy satisfactoriamente la amplitud espacial de la sala grande, en Galería Patricia Ready. El cilindro resulta su personaje capital. Proveniente de calicatas de prospección edafológica en terrenos de sus antepasados, este volumen se compone de materiales diversos: cemento, tierra, arena, roca..., alrededor de un eje de madera. También este último ingrediente resulta utilizado, protagónico, en alargadas esculturas cilíndricas. El repertorio iconográfico general varía desde las apariencias de estructuras de construcción arquitectónicas, hasta constituir, con el leño, un extenso objeto. En este caso, se trata del gran armazón funcional de un toldo o quitasol octogonal de parque londinense. Una fotografía sin color testimonia el uso simbólico de esta imagen en la ventana del escultor, durante su permanencia en Londres. En solo madera, asimismo, se desarrolla un redondo, larguísimo y desbastado tronco de pino, que hacia un extremo se va cortando en fragmentos regulares, como un juguete en movimiento que encarna una lombriz o una serpiente.
Sin embargo, el tema más abstracto de los tubos saturados de materia nos parece de un mayor atractivo. Colocado ya solitario, como desnuda columna, ya agrupados y llenos de gracia formal -los del envío original- o de fuerza asociativa muestran varios horizontes del subsuelo y aplicaciones eventuales de pirita brillante en sus fisuras. Así, junto a las substancias constitutivas, alcanzan fulgores bien regulados de material precioso.
También menores de 30 años, dos autores provenientes de la Universidad Finis Terrae exhiben en la Sala Gráfica de la misma galería. Destacan el amplio formato del video de Fernanda Acevedo que nos introduce en una especie de basural amarillento. La visión deja ver movimientos ocasionales en distintas partes de esta fragmentación de desechos entre orgánicos y metálicos, subrayando su estado de descomposición. Se trata de una propuesta poderosa, viva, original. También la pintura de Lucas Estévez. Consiste en un desarrollo en formato de cuadros, primero geométrico, después informalista, luego la reunión de ambos, para concluir en un mural figurativo de base geométrica.
Tentativa de inventario
25 años de Mónica Bengoa
Lugar: Museo de Bellas Artes
Atrayentes cilindros de Miguel Soto
Stardust
Logros desiguales
Lugar: Galería Patricia Ready
Fecha: hasta el 20 de abril