Lo dijo Juan de Dios Larraín, socio de Fábula, productor de "Una mujer fantástica": "Nuestras competidoras son películas extraordinarias". Se refería a las cuatro que postulaban al Oscar a mejor filme de habla no inglesa, entre las cuales estaba la húngara "En cuerpo y alma" ("On body and soul"), ganadora del Oso de Oro de Berlín el año pasado y que -de acuerdo a cálculos y apuestas- era la que tenía menos chance de quedarse con la estatuilla que logró la chilena.
Se trata de una muy singular historia de amor que en poco menos de dos horas circula entre las oníricas y delicadas imágenes de una pareja de ciervos en un silencioso bosque -a veces nevado, a veces lleno de verdor- y el realismo crudo y pedestre de un matadero de vacunos en las afueras de Budapest. Allí donde hay que cortar cabezas al ganado, baldear la sangre y donde también hay grises oficinistas almorzando en un casino desangelado, comentando sus problemas domésticos.
Llama la atención que una película como esta haya llegado al Oscar: la directora y guionista Ildiko Enyedi se toma su tiempo para conectar una cosa con la otra, y mientras ello no ocurre exige del espectador curiosidad paciente y fe, rarezas en tiempos de YouTube.
"En cuerpo y alma", a la que le sobra belleza y poesía, habla de amores improbables, de seres defectuosos y frágiles, como lo hacen muchas de las buenas películas que hemos estado viendo en estos meses de temporada de premios. Y tiene humor (y no poco).
Endre (Géza Morcsányi) es el jefe del matadero, un hombre solo, con un brazo paralizado, que no baja de sus oficinas y mira de lejos las bodegas donde se realizan las faenas. Mária (Alexandra Borbély, de fascinante aspecto de cervatillo asustado) es la inspectora de turno del gobierno, a quien le corresponde revisar si la clasificación de la carne corresponde a lo que dicen los envasadores. Aparte de que no socializa con nadie -se sienta sola a almorzar, su rostro siempre se muestra inexpresivo e impasible-, Mária es exasperantemente exacta en las mediciones que hace y es capaz de detectar unos milímetros de grasa demás en la carne clase A. Inteligente, precisa, capaz de retener con lujo de detalle fechas, números, nombres, pero reactiva a cualquier contacto con otro ser humano, Mária muestra evidentes señas de un síndrome del espectro Asperger.
Un día, es descubierto el robo de una sustancia para apareamiento de los vacunos y aparece la policía. Quien se dedica a los interrogatorios es una psicóloga, sensual y coqueta un poco por demás.
La situación en sí es algo ridícula y risible. La profesional -que no parece muy experta- se muestra incrédula cuando Endre y Mária, por separado, le relatan un mismo sueño. Lo que también resulta sorprendente para ambos.
En ese momento sueño y realidad comienzan a conectarse y la metáfora toma cuerpo.
El relato se va acercando a ella, una mujer niña que acude a su psicólogo infantil, que para entender el cotidiano arma escenas con sus Playmobil. Y ambos se representan la realidad y se conectan con la vida a través de los sueños.
Hay drama, dolor, ternura infinita y humor tras los insólitos intentos de ella, sobre todo, por encajar; en sus actos, pensados muy racionalmente, para activar esa parte suya sensorial que le impide establecer alguna relación.
Endre y Mária son dos seres heridos, incompletos en distintos sentidos, que aspiran a una soledad tranquila. Y de pronto vislumbran que quizás puede haber un milagro para ellos.
Bellísima e inspiradora.
(En Netflix).