La temporada 2018 ha demostrado que Nicolás Córdova está aprendiendo a ser director técnico. Recién ahora, descendido con Santiago Wanderers, fracasado en la Copa Libertadores y a punto de ser defenestrado de la banca caturra por un pésimo rendimiento en general y de local en particular, Córdova se encuentra experimentando la realidad de lo que vive un entrenador profesional promedio.
Lo más probable es que termine yéndose de Playa Ancha antes de que termine su contrato. El hincha lo responsabiliza directamente por un descenso impensado, una etapa en la cual el equipo, efectivamente, no demostró encontrarse preparado para afrontar una recta final donde la mente jugaba más que el cuerpo, en la que no hubo una línea de juego que garantizara regularidad, donde los supuestos líderes del plantel empezaron a desaparecer de la cancha o a alejarse de la pelota, y en la que él, como referente superior, no dio el ancho para sacar al grupo de un estado de inexplicable impasividad, muy cerca de la displicencia.
Si ya Córdova pasó a ser un estratega resistido luego de aquella trágica derrota con Unión La Calera, que supuso el humillante descenso de categoría, porque el rival que lo superó era a todas luces un equipo de la B, los sucesivos fracasos durante esta temporada lo han transformado en una persona non grata en el puerto. Y aunque la lógica eliminación de la fase inicial de Copa Libertadores, curiosamente, ha sido el mejor momento de Córdova y su equipo, sobre todo tras derrotar de visita a Melgar en Perú en la llave del debut, es su campaña en Playa Ancha la que lo condena en la práctica a una salida inminente.
Pero cuidado: el descalabro de Córdova no es porque futbolísticamente el equipo no juegue a nada, aunque en realidad exhiba poco, sino porque no ha tenido la facultad o habilidad para sacar a sus jugadores del bloqueo psicológico que se apodera de ellos en el Elías Figueroa. Córdova, y en este punto se nota su inmadurez técnica, no ha tenido el talento, la experiencia y el conocimiento para asumir y concentrar la presión a la que se ven sometidos sus jugadores. Su figura se ha sumergido en las mismas profundidades y depresiones que sus dirigidos, y de paso, ha perdido gran parte de la credibilidad en el medio que alguna vez lo proclamó como el gran proyecto técnico de la nueva generación de entrenadores chilenos.
El último gran gesto en esta etapa de crecimiento de Córdova sería reconocer que la falla es sistémica y que la propuesta técnica ya no logró penetrar en una institución malograda y en un plantel herido de muerte por las continuas caídas. Y que, para la mejoría del club y la tranquilidad de la hinchada, el paso al costado sea una dolorosa, pero mejor salida. Ese, sin duda alguna, sería su mayor triunfo de la temporada.