Por fin, la coloración neblinosa del centro santiaguino ha florecido multicolor. El responsable es Dasic Fernández, uno de los "grafiteros" chilenos de talento bien demostrado. Así, la Ilustre Municipalidad capitalina alegra el pesimismo nacional. Esta intervención callejera abarca, pues, Bandera entre Moneda y Compañía. El veinteañero autor ostenta obras numerosas como, por ejemplo, las neoyorquinas de Newburgh o el muro de dos kilómetros junto a la Viña Macul. En el caso al que hoy nos referimos, junto con recurrir a la abstracción -predomina la geométrica-, crea una verdadera instalación que envuelve al paseante: suelo, cuerpos que cuelgan de lo alto, mobiliario de descanso. Todo ello desplegado con armonioso sentido del color, con formas de adecuado equilibrio y un ritmo visual que dinamiza los alargados espacios. Dejando de lado problemas de conservación, desearíamos que esta animación del ámbito público se extendiera, con similar efecto de conjunto, a muchos otros barrios metropolitanos.
Entretanto, el MAVI se arriesga mostrando a un notable pintor ingenuo, por cierto enteramente desconocido. Es que Óscar Morales Martínez (1951) nos maravilla con trabajos sobre simples hojas de cartulina escolar, en menor y mayor dimensión. Sobre todo con el primero de tales formatos obtiene sus logros más permanentes. Dominan ahí sus visiones de entrañas de maquinarias inventadas, cuyas fisonomías prescinden de cualquier técnica académica. Y nos sorprenden con un encanto naíf que satura los espacios, hace vibrar las audacias cromáticas e integra destartalados cálculos aritméticos y manuscritos deshilachados. Asimismo, suele introducir una juvenil figura masculina, acaso su propio autorretrato rejuvenecido. Este mismo personaje se multiplica en las láminas mayores, añadiendo arquitecturas y pájaros o alguna escena costumbrista. Cabe detenerse en una religiosa: la visión de la Natividad con María y José en plena huida a Egipto, escoltados por un ángel e iluminados por la estrella. De un modo general, en sus ejecuciones el artista se las arregla para dar variedad a ciertas repeticiones iconográficas, por intermedio de una fantasía desbordante. Eso sí, dentro de tanto producto hermoso, el impulso creador decae en los paisajes. No obstante, la presencia del pintor en el estupendo Museo de Art Brut, en Lausanne, nos parece que sería bienvenida.
Otros dos autores -asimismo procedentes del Instituto Psiquiátrico Dr. Horwitz y vinculados como a él a Radio Estación Locura- lo acompañan. Uno es el escultor Jackson Andrade (1980). Entrega pequeñas maquinarias aéreas o terrestres confeccionadas con cartón corrugado, coloración restringida, y que a veces evocan naves galácticas. Ante todo ello, uno se pregunta: ¿se trata de influencia o de coincidencia con la conocida escultora Johanna Unzueta? Si la respuesta fuera lo primero, sería lamentable. Del también ingenuo José Reyes se exponen proyecciones de sus pinturas y dibujos con su propia imagen o relacionadas con héroes de historietas juveniles.
El mismo establecimiento de Plaza Mulato Gil nos mostró los resultados de su concurso de arte joven contemporáneo XII Premio MAVI BHP/Minera Escondida. Predominaron los nombres no conocidos. Sobre los premiados, dos de ellos justifican su galardón. De esa manera, María Edwards (primer lugar) aporta una instalación potente con superposiciones de espacios llenos y vacíos, donde objetos elaborados y suspendidos se van abstrayendo hasta constituir desnudas verticales sobre el fondo de un cielo nuboso. El muy interesante op art de Bernardita Bertelsen (2ª mención) se materializa en un vigoroso juego de cuatro hexágonos que, sin necesidad de color, consigue marear el sentido de equilibrio del espectador. Una vez más, sentimos la ausencia de premiación en el caso de Isidora Villarino, autora de personalidad bien definida y producción sin desmayos de calidad. Su firme trabajo sin coloración consta de láminas superpuestas, plenas de dinamismo arquitectónico. Si Annya Segovia interpreta con personal imaginación el obituario del diario "El Mercurio", Pamela Briones hace del sonido y la luz en un prisma el material para su ciervo en movimiento. Por su parte, Leonardo Suárez amplía mediante espejos sus pequeñas casas, plazas y avenidas hasta convertirlas en la maqueta de un poblado interminable y regular. Interesa la convincente versión pictórica, a partir de máquinas actuales, que lleva a cabo Francisco González Meléndez de la Última Cena y del Calvario.
Una exposición de Radio
Estación Locura
Brilla la presencia de
un ingenuo notable,
Óscar Morales.
Fecha: hasta el 11 de marzo