Rubem Fonseca ya tiene más de 90 años, pero continúa en plena producción. Esta colección de relatos apareció en 2015; el año pasado publicó otra, Calibre 22, que aún no está traducida al español. Más todavía: siete de sus quince libros de cuentos han sido publicados en lo que va de este siglo. Es que es un género donde Fonseca se siente muy cómodo. Escribió grandes novelas, también, más una compilación de crónicas y ensayos, y un volumen de memorias, pero en el cuento encontró, desde sus primeras obras, el tono y la tensión necesarios para producir relatos despojados y directos, sin remilgos, que tocan tanto a la violencia policial y criminal como a las secreciones y humores corporales, al sexo y a las instituciones que lo rodean, a la psicopatía y a las desviaciones de la norma, a los celos y a la cursilería amorosa, y todo ello sin poner innecesaria moralina en el desarrollo. Fonseca nunca juzga a sus personajes, simplemente los deja actuar. Que ello pueda provocar asco, miedo o repulsión en el lector, o una resonante carcajada, es otro asunto.
En esta colección se advierte que Fonseca no ha perdido su capacidad de fabular, ni su humor frecuentemente despiadado, ni su capacidad para retratar personajes en dos pinceladas. Hay algunos relatos brillantes construidos sobre la base de un rasgo especial, como si de caricaturas se tratara, como "Caras vemos, corazones no sabemos", articulado sobre la cara de tonto del protagonista, que le permite obviamente avivarse. O en torno a la gordura, ya sea para condenarla, ya sea para exaltarla. Los tópicos del autor tampoco han variado; el cuento más tenso de la serie, "Suzy", podría estar en la antología de sus mejores cuentos policiales. "El roedor de huesos" es uno de los tantos aciertos de Fonseca para mirar de frente (y con humor) qué puede llegar a ser, y a hacer, un ser humano común y corriente. Un díptico que constituye "una prueba irrefutable de nuestro egoísmo" se encuentra en un contexto totalmente inesperado. Fonseca lo pasa bien con la escritura, es evidente, y los lectores lo agradecemos; Historias cortas se lee bien y rápido, con la alegría de volver a ver a un viejo amigo que viene con nuevas historias, aunque ya no sorprenda tanto, o que dosifique más ese tomar al lector, ponérselo arriba del hombro y empujarlo a un lugar completamente inesperado.
Rubem
Fonseca
Tusquets,
Buenos Aires, 2018.
172 páginas.