Chile quiere un Oscar, pese a que ya tenemos uno, no hay que olvidarlo.
Fue por el corto Historia de un oso, así que volvemos a felicitar a los autores y es evidente su mérito, pero queremos algo distinto y complementario.
Ya nos reconocieron como monos animados.
Ahora queremos que nos distingan como seres humanos.
Gala, alfombra roja y mejor película extranjera, con respeto intelectual y estético.
Que Hollywood lo reconozca y nos premie.
Sería un paso de futuro, para que el mundo sepa que los chilenos no somos materia prima sin procesar. Ahora hay refinamiento, diseño y propuestas. Evolucionamos de cabeza, progresamos en la sensibilidad y ampliamos nuestros horizontes racionales y espirituales. No somos puro terremoto y tsunami. Ni un pueblo semienterrado y sometido al aluvión, avalancha e incendio. Chile sigue estando en el fin del mundo, eso es cierto y no lo podemos cambiar, pero superamos las fases del lingote, la tonelada y la explotación al saco. Eso es de siglos pasados y de revoluciones industriales hace mucho superadas.
El mundo vería que exportamos arte y no solo cobre y litio a lo bruto.
En Hollywood aún nos conocen por lo que brota de la tierra, algo que va desde hierro a uva. Los poetas del Nobel de Literatura, entre paréntesis, les hacían a estas ideas terminales y venga el cosmos circular, el horror mineral y la angustia de ser hombre y mujer en un país pequeño y lejano.
Un terremoto sacude el planeta. "¿Fue en Chile?", pregunta un sueco de Helsinborg, que alguna vez conoció a un chileno exiliado del que le quedaron dos recuerdos: lo terrible de los terremotos y lo rica que era la palta.
Breaking news en un canal local de Minnesota. Accidente en el desierto y un grupo de mineros atrapados en el fondo de la caverna. "¿Fue en Chile?", le pregunta un vaquero al barman, que no responde, pero le ofrece otro whisky.
Un volcán entra en violenta erupción. "¿Dónde sería la catástrofe natural: en Java o en Chile?", piensa un eslovaco de Bratislava, mientras escucha "Despacito" en la radio.
"Rico el vino y bien barato, ¿es chileno?", preguntan al unísono tres ciudadanos del mundo: un estonio en Tartu, un coreano del sur en Incheon y un escocés de Aberdeen.
Queremos modificar esa imagen país.
Y por eso necesitamos que un galardón para Una mujer fantástica confirme nuestra evolución hacia lo refinado, tolerante y culto.
Un premio y un hecho cultural cambian el sentido de las cosas.
Varias generaciones murieron esperando algo que nunca se produjo: la visita de Frank Sinatra al Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. Ese hecho modificaría el perfil artístico, el clima del certamen y el sentido de las cosas. Huelga decir que no vino y pasó lo que pasó.
No queremos que suceda lo mismo.
Los chilenos no somos materia prima: somos un producto más refinado, tolerante y artístico. Más complejos que una piedra, aunque en realidad hay piedras bien complejas, pero ese no es el punto.
Queremos que Hollywood reconozca nuestro progreso artístico e intelectual, y ponga al mundo como testigo.
Necesitamos pasarnos películas.