Pido la palabra.
Estamos en verano, estoy en crisis y para que no sea terminal recurro a dos curitas, no en busca de extremaunción, sino de consejo, porque pese a no ser confesional, la Democracia Cristiana tiene sus principios claros y definidos.
Como antiguo y fiel militante imaginario, vengo y los comparto.
Se me hace perentorio abordar la realidad que está en la base de la crisis partidaria que se expresó en la Junta Nacional, a la que no pude asistir por estar delicado de salud.
Debo decir que no es solo "nuestra" crisis: es el sistema político en su conjunto el afectado. Hoy nos toca y lo afrontamos con costos políticos y humanos altísimos, pero no evadimos la crisis -como otros- y en mi caso actúo tal como me lo enseñó el Hermano Bernardo personalmente. Tuve el honor de conocerlo.
Afianzar la identidad partidaria con responsabilidad.
Y hablo de responsabilidad porque es la característica que identifica a los democratacristianos. Hay otras, por cierto, pero esta es esencial y se enraiza en lo más profundo del humanismo cristiano: responsabilidad.
Con la patria, el bien común, con el prójimo, con el partido y también con uno mismo, porque uno mismo también es persona. En verdad todos lo somos. Seres humanos.
El ser humano se encuentra en el centro de mi preocupación.
¿En la centroizquierda? No.
¿En la centroderecha? Tampoco.
¿Dónde, entonces? En el centro.
El centro es equilibrio, justicia, prudencia, equivalencia y balance
Pienso en el Gran Blondin, los Flying Wallenda y hasta en el Chico Palacios que además de equilibrista era faquir y colorín.
Equidistancia de los polos, lejos del blanco y del negro, porque el mundo no es en blanco y negro, como me lo reveló el Negro Ramírez (QEPD), que participó en la marcha de la Patria Joven, pero llegó tarde y atrasado, porque le sucedió lo mismo que a Manuel Plaza en las Olimpíadas de Ámsterdam: corrió, se perdió y no fue de los primeros.
Modernidad. Eso es lo que nos falta.
Abro paréntesis. Hace unas semanas celebramos las bodas de oro de un matrimonio de camaradas y cada invitado compartió un recuerdo democratacristiano. Cuánta emoción. Terminamos gritando a coro el lema de Radomiro: "¡Tomic va donde el pueblo está!". Cuánta fraternidad, cariño e historia compartida. Nadie estuvo por las diferencias, y pertenecer a corrientes distintas no fue obstáculo para reunirnos en el gran río del bien común, pese al acceso de tos de dos camaradas: "¡Tomic va donde el pueblo está!". Eso nos falta. Cierro paréntesis.
Visión de futuro. Eso también nos falta.
Estamos en un Chile donde procesamos un proceso de transformaciones que aún no hemos procesado.
Conclusión: fueron demasiados procesos en uno.
Esto explica lo que ha ocurrido en el partido. Nos arrebatamos. Algunos están con la duda y otros con reflujo y acidez. Se reventó la máquina, camaradas.¿Irse o quedarse? Cada uno sabrá, pero lo esencial es seguir siendo democratacristiano. Esa es nuestra responsabilidad.
Tengo más cosas que decir, pero me cansé.
Gracias por escucharme.
Cedo la palabra.