La eliminación del Manchester City en los octavos de final de la Copa FA inglesa vuelve a poner a Claudio Bravo en la encrucijada deportiva que suele enfrentar un futbolista en la declinación de su carrera. Pendiente entendida en el contexto del medio donde se desempeña el arquero chileno: la Premier League, una de las tres más poderosas del mundo.
El dilema de Bravo ya lo han experimentado centenares de futbolistas que deben compatibilizar una exitosa trayectoria con la devaluación natural de los años, ya sea por desgaste o por la aparición de nuevas figuras que los reemplacen, y los intereses personales vinculados a una familia que empieza a crecer en edad y a la que evidentemente hay que otorgarle una mayor estabilidad en desmedro de la competitividad.
Si bien es muy difícil que un futbolista de este nivel, consolidado además económicamente, admita que está priorizando la continuidad de los procesos de su grupo familiar por sobre los éxitos deportivos, es lógico comprender que Bravo anteponga justamente el futuro formativo y emocional de sus hijos. Tratándose de un jugador que siempre ha quemado sus etapas deportivas con los pies en la tierra, tampoco debe tener una visión irreal de su presente. El capitán de la selección chilena es el arquero reserva del mejor equipo de la Premier League, y luego de una temporada irregular en la que fue titular, sigue en el plantel, fundamentalmente gracias a que tiene contrato vigente, pero supeditado a jugar los torneos secundarios a nivel local.
Es evidente que la suplencia en el Manchester City no es un desprestigio ni un menoscabo. Seguro debe rentar tanto mejor que ser número puesto en la mayoría de los clubes de todas las ligas europeas. Pero en consideración a que Bravo es el último arquero que ha tenido la selección y que en el horizonte no se ve quién pueda desbancarlo, su actual situación debe ser materia de una definición técnica en Chile. Asumiendo que su condición en Inglaterra no va a cambiar, salvo una improbable contingencia, y que el propio arquero nacional ya parece resignado a tolerar su rol secundario en concesión a otros propósitos personales, ¿debe seguir siendo el titular indiscutido? Más aún: ¿cuál es el nivel, rendimiento o continuidad que puede exhibir como para mantenerlo en el arco?
Bravo y su encrucijada es un tema preocupante no solo para él, sino también para una selección que requiere volver a creer en sus activos, aunque estos ya comiencen la lógica declinación. Y si bien este problema no se puede circunscribir a lo que el capitán está afrontando internamente, porque no es el único, en su calidad de referente también será relevante saber cómo logra compatibilizar su particular circunstancia con los desafíos futuros del equipo nacional.