El subtítulo de
Recovecos , libro de cuentos de Elías Jáuregui (Santiago, 1975), anuncia que sus relatos nacen desde un extraño jardín. El lector entusiasta de las representaciones literarias suprarrealistas descubrirá pronto que Jáuregui utiliza con indudable habilidad los recursos composicionales y los motivos narrativos de los relatos de ficción científica o de literatura maravillosa y fantástica para construir el insólito espacio del que se nos advierte en la portada del libro. Sus cuentos presentan realidades donde lo factual alterna o coexiste con naturalidad con lo virtual, lo soñado o lo imaginado. Sus espacios son característicos de las distopías de la ciencia-ficción o de las utopías de felicidad a las que los personajes pueden ingresar pero no así permanecer, y que el lector contempla en los discursos de narradores o de personajes que por momentos aproximan los textos al ámbito de lo religioso y lo filosófico. Pero el lector también advierte que en otras oportunidades estas mismas voces parecieran poner en solfa el carácter sacralizado de las imágenes que utilizan en sus narraciones o en sus diálogos.
El descubrimiento de una enigmática cultura orkón en el sur de Chile es el punto de partida de los episodios maravillosos de "Sublime condición", el cuento que inaugura el volumen. Antiguos testimonios de esta cultura que han logrado conservarse ocultos parecerían comprobar la circularidad de lo real provocada por la eterna repetición de lo mismo. "Como usted bien intuye, existe otro universo en donde habita lo que nosotros llamamos Dios, pero ¿qué respondería usted si le dijera que nosotros también somos considerados dioses por seres de otro universo distinto al nuestro?". Sin embargo, las posibilidades de cambio y tal vez felicidad que abre esta imagen borgiana de la realidad son destruidas en "Sublime condición" con una vuelta de tuerca que toma desprevenido al lector. Al respecto, es sugerente (no sé si responde o no a la voluntad del autor) que el desenlace de la maravillosa experiencia que vive el protagonista en una insólita casa de Valparaíso en el cuento que cierra el volumen ("El Pompadur") reitera la imposibilidad de alcanzar esa posible felicidad que se atisba en "Sublime condición". El libro, como objeto de lectura, adquiere así la misma imagen de circularidad que se manifiesta en su interior. En "Lugar de ciclo sin fin", por ejemplo, dos náufragos, un hombre y una mujer, son arrojados a una isla solitaria mientras una guerra atómica destruye al resto del planeta. Su salvación no es fortuita: son los elegidos para iniciar una segunda historia de la humanidad que, sin embargo, tampoco conducirá a la felicidad porque está condenada a repetir exactamente la nuestra.
Utilizando con soltura y dominio los recursos de la literatura suprarrealista, Jáuregui ha conseguido con éxito su propósito de alarmar al lector, y también confundirlo, mediante la conversión de referentes aceptados tradicionalmente en realidades alternativas, inesperadas o insólitas. En "Tres por solsticio (cuentos de San Juan)" una nueva verdad se instala entre el nivel de lo factual y el de la superstición. (Este relato contiene además un minicuento que me parece uno de los mejores ejemplos de la representación fantástica de la realidad: "La gallina negra"). La vanidad es castigada con una macabra metamorfosis en "No le crecían las uñas" y la imagen sacra del juicio final es puesta al revés en "Ciento cuarenta y cuatro mil". Este relato, además, junto a "El último terremoto" y "Oculta herencia", comprueba que sin perjuicio ni para el uno ni para el otro, la denuncia política, lo maravilloso y lo fantástico pueden coexistir con verosimilitud dentro de una misma representación literaria.
Aunque por aquí o por allá se notan algunos hilos sueltos, los cuentos reunidos en
Recovecos despertarán el interés de los lectores aficionados a los textos literarios que intentan representar la duda de las seguridades y convicciones modernas. Y la mayoría no defraudará sus expectativas.