Pese a que comenzamos muy mal en la Copa Libertadores, están todas las esperanzas puestas en que el cambio de formato del campeonato chileno produzca sus frutos en el mediano plazo. El período de torneos cortos sin playoff nos ofreció campeonatos intensos, impredecibles Y emocionantes, pero de bajísimo nivel. Se espera que los largos eleven la categoría, aunque el plano y austero sistema de clasificación haya eliminado la opción de definiciones más inesperadas y épicas.
Si la evaluación -local e internacional- de nuestro certamen es bajísima, no lo es solo por el sistema, obvio, sino también por la conformación de los planteles y las propuestas técnicas. Ya está dicho, en el fútbol chileno la autocomplacencia de los entrenadores y los planteles es proporcional al desencanto de la crítica, aunque habrá que hacer fe, en el formato anterior la gente había comenzado a retornar a los estadios pese a los evidentes problemas de seguridad que se siguen presenciando.
Las operaciones realizadas por Colo Colo y Universidad de Chile para lograr contrataciones requirieron dinero. Los azules, por ejemplo, pagaron el préstamo más caro de la historia del fútbol chileno, con una cláusula que incluso los podría obligar a desprenderse de Soteldo a mitad de temporada. Y los albos recurrieron a la estrategia de esperar la desvinculación de los jugadores de sus anteriores clubes, pero igual debieron pagar por Carmona (y seguramente Pinares) y los sueldos que deberán asumir los convierten en un equipo -en ese aspecto- de nivel internacional. O sea, plata hay, y lo que debe debatirse es cómo la invirtieron.
La larga gira que ha iniciado Reinaldo Rueda para entrevistarse con los jugadores que militan en el exterior (absolutamente necesaria) no le permitirá, sin embargo, presenciar las primeras fechas del campeonato para hacerse una idea exacta para su primera convocatoria, lo que no es tan grave porque dispone de sus ayudantes y, además, porque querrá convivir, entrenar y captar los ánimos de quienes fueron la base de los procesos anteriores. Pero, una vez pasado marzo, con las competencias internacionales en pleno desarrollo, sería pertinente que el análisis fuera en vivo y personal.
En lo específico habrá que resaltar la juventud de la mayoría de los directores técnicos que hoy dirigen en la Primera División chilena. Deberían ser ideas frescas, audaces y entretenidas. Habría que mejorar el rigor defensivo, minimizar los errores, aumentar el ritmo pese a la evidente veteranía de muchas de las contrataciones. Hacer algo para que este torneo, que acaba de comenzar, sea largo, pero también bueno y apasionante.