Dos libros que poseen direcciones narrativas divergentes, pero identificándose en un propósito compartido. Con similar intención de desenmascaramiento
No me vayas a soltar , de Daniel Campusano (Santiago, 1983), y
Miradas de reojo , de Patricia Undurraga (Santiago, 1940), imaginan las antípodas de la realidad social y económica de Santiago. La escritura de imágenes descarnadas e inclementes de
No me vayas a soltar sitúa al lector en la violenta y agresiva realidad interior y exterior del edificio de una escuela primaria, ubicada en el sector poniente de la capital.
Miradas de reojo utiliza el sarcasmo despiadado para introducirnos en sectores socialmente antagónicos al anterior, pero donde comportamientos sostenidos sobre disfraces, mentiras, taras y enmascaramientos manifiestan similares deformaciones humanas. Si a esto agregamos que ambos textos están impecablemente escritos, los libros de Campusano y Undurraga se leen con la atención que merecen y el disfrute que despiertan.
No me vayas a soltar se inicia con un característico cruce de umbral. Recién egresado de un programa de formación pedagógica, Antonio obtiene un cargo de profesor en el colegio San Francisco. Dos delincuentes ofician de porteros a la entrada de este mundo periférico y desconocido, donde Antonio sufre el riesgo de un cogoteo cuando ingresa por primera vez a su lugar de trabajo. Dominga, la psicóloga del establecimiento, le explica que el comportamiento alterado de los estudiantes obedece a sus historias familiares de "violaciones, incestos, cárceles y adicciones". Antonio también definirá a este espacio humano como un "mundo turbio" de carencias, marginalidad y falta de oportunidades. La escuela primaria San Francisco es así el reflejo, o la consecuencia, de la sociedad desesperada que define otro delincuente: "Usted sabe que este país está hecho para los ricos y, a los pobres, solo nos queda encontrar la forma de parar la olla". Pero el relato no se queda en lo puramente paródico: el comportamiento de Gabriel, uno de los estudiantes, reorienta la novela hacia el conflicto entre lo correcto y lo equivocado, lo aparente y lo verdadero.
La otra punta del horizonte social es descrita con la mirada sarcástica de los cuentos de Patricia Undurraga. Aquí, el lector escuchará la denuncia de las taras de la baja y alta burguesía santiaguina y comprobará que, como dice la sabiduría popular, los extremos se tocan. La alteración humana es la misma arriba y abajo y su causa es similar. "Amistades", por ejemplo, gira en torno al motivo del temor a los otros que experimentan grupos sociales pudientes, mientras que "Después les cuento" caricaturiza la imitación mímica que hacen de ellos los grupos sociales marginales. Es un círculo que se muerde la cola. El lector pronto descubrirá que las situaciones que cada relato desarrolla funcionan al servicio del propósito fundamental del libro: denunciar satíricamente el peso que la tradición todavía posee en nuestra sociedad contemporánea y las deformaciones de comportamiento que consecuentemente provoca. Es, por lo tanto, comprensible que instituciones como los hábitos religiosos, el conservadurismo matrimonial y familiar, el concepto patriarcal de la mujer y, en particular, del rol de la esposa, y el machismo que se oculta bajo imágenes y comportamientos sociales de estable, pero mentirosa, felicidad, sean los motivos más fustigados en los textos. La parodia funciona al servicio de significaciones más profundas. Por ejemplo, "Mudanza limpia" parece la imagen irónica de un matrimonio que se muda de casa, pero cuando la esposa anota el teléfono de un artesano bajo la "H de hombrecito", la situación abre nuestros ojos a una diferente realidad. Digamos, en este sentido, que Patricia Undurraga es maestra en el uso de los detalles significativos, de las minucias que pueden echar abajo la aparente solidez de las cosas.
El mérito principal de los dos libros es, pues, la trascendencia: conducen al lector al espacio de la reflexión crítica que se proyecta más allá de las imágenes satíricas o paródicas. En este sentido, ambos merecen ser destacados.