Fernanda Melchor nació en Yucatán y escribe sobre su gente y su tierra, esa parte del vasto territorio mexicano de selvas, humedad y lluvias, tan distinto a la sequedad y el calor del paisaje habitual que vemos en otras vertientes de la narrativa del país, especialmente en la de la frontera (que es siempre la norte). Y el estilo de su escritura, desbordado, torrencial, que agrupa grandes capítulos sin punto aparte alguno, una escritura que corre y se persigue a sí misma en esos enormes párrafos que cortan el aliento del lector, pero que además logran un grado de fluidez que clava en la página, en cada sucesiva página, hasta que viene el descanso, descanso que es también un cambio profundo. En el centro de la trama hay un crimen, que se reconstituye desde la mirada de distintos personajes que habitan en La Matosa, testigos lejanos o partícipes en la muerte de La Bruja, la curandera del pueblo, cuya historia abre la novela, y desde ahí, desde ese fondo de soledad y abandono, de fealdad y mugre, de bajeza y miseria, se construye una trama que va rodeando el hecho con historias que bordean lo demencial y abyecto, con personajes tocados por el borde de la locura o la monstruosidad, en un mundo donde no hay espacio más que para la violencia, el alcohol y las drogas, y la lucha casi animal por sobrevivir donde no hay oportunidades.
Melchor lleva a cabo un trabajo impresionante, por su manejo del lenguaje, lleno de mexicanismos, muchos de ellos conocidos y otros que se explican por el contexto. Pareciera una sola voz que habla por muchos personajes y de ese modo es más eficaz en la construcción de un mundo feroz y de una galería de personajes difíciles de olvidar: Yesenia, alias la Lagarta, epíteto que la hiere en lo más hondo y que sufre lo indecible cuando su abuela, para castigarla, le corta el pelo, lo único bonito que tiene su cuerpo; el Luismi, su primo, atrapado por un cóctel de drogas, que no ve que Norma, la chica que lleva a su casa, tiene apenas 13 años y está embarazada; esa abuela terrible, el chico que no asume su homosexualidad, el cojo que piensa que su mejor alternativa es pedir fiado "un litro de caña y chupárselo entero en la cama mientras esperaba el regreso de Chabela (su esposa, prostituta en un bar de la carretera) hasta perder la conciencia o morir, lo que sucediera primero". La novela de Fernanda Melchor es tan deslumbrante como feroz, clarísima muestra de cómo la literatura mexicana alcanza nuevos bríos en todo su territorio.
Fernanda
Melchor.
Literatura Random House,
Ciudad de México,
2017.