Todo le perdonamos a Alexis, sus flirteos a cualquier hora, los striptease simpaticones y el inglés sin refinar y en lingotes.
Es un niño.
Sus dudas, devaneos y rabietas, por algo evidente: el bueno es él y los otros son más o menos, o bien son malos.
El mundo del fútbol necesita a Alexis.
Entendemos que su agente argentino es el ambicioso. Lo reconocemos.
No así nuestro Alexis, que es sencillo como el pan y por eso cambia de club, porque necesita la alegría de jugar.
Tiene merecido el dinero y la fama que le llegaron con justicia, porque es un profesional impecable que no pierde la bondad natural, la saltarina inocencia y ninguna de las dotes y dones del buen salvaje, dicho con respeto, por supuesto.
Hablamos de la mirada europeizante que construyó el mito del continente puro e indomado con seres humanos como Alexis, medio piluchos entre vertientes virginales y valles de verde majestuoso. Gente buena donde las haya.
Así que cerramos filas contra los críticos que lo acusan de jugar solo por las libras o solo por los euros, o bien como antes: por liras, pesetas o francos.
Lo protegemos de aquellos que lo describen como soldado de fortuna en busca del mejor postor y la oferta jugosa, con el único miramiento de la paga sólida, contante y sonante. Un día en Sierra Leona y al otro en Irak y luego en Guinea Ecuatorial, y qué más da, sin principios ni finales y menos con una visión de mundo moral y política.
También entendemos su búsqueda de compañía sentimental, porque no hay nada mejor que el amor y un Alexis enamorado se ilumina. Anda contento consigo mismo y relajado. Tal vez ya lo encontró o quizá no, pero somos solidarios en la búsqueda y lo que él decida y elija nos basta y contenta. Que escarbe, experimente y encuentre cuando quiera. Que explore, pruebe, entrene y deshoje la margarita. El número y la simultaneidad nos tienen sin cuidado. No los contamos, no estamos mirando y solo uno es nuestro norte: que sea feliz.
También lo defendemos de los envidiosos, que son tantos.
De exjugadores que muerden la rabia ante su gloria rompe récords en títulos, partidos y copas.
De entrenadores desagradables por carácter -como Luis Enrique- que no lo ubicaba en el lugar preciso y por eso brillaba menos.
De entrenadores viejos como el franchute Arsene Wenger que nunca tuvo cabeza para entenderlo.
De mediocampistas alemanes amargados que no le dan pases.
De punteros ingleses inútiles que no le lanzan centros.
De delanteros franceses fracasados que no aprovechan su juego.
¿Cómo estarán en el PSG? Arrepentidos, por supuesto.
¿Y en el Real Madrid? Se deben sentir unos tontos.
¿En el Barcelona? Lo dejaron partir. Ignorantes.
Y Pep Guardiola, ¿cómo estará? Deprimido, obviamente.
¡Cuánta rabia en Brasil, Italia, Etiopía, Colombia, España o Rusia! No es brasileño ni italiano, ni colombiano, ni etíope, ni español, ni ruso. ¡Es chileno, mie...!
En Chile, existe una antigua simpatía por el Manchester United.
José Mourinho, su entrenador, es un personaje. Nunca nos cayó mal.
Se trata de Alexis y su país de maravillas.
No estamos locos.