Enrollado en un lienzo pueden pasar droga y bengalas. Hartas bengalas. Pueden entrar "elementos de animación prohibidos". Dentro de un lienzo puede pasar otro lienzo, un hincha camuflado sin control de identidad, una cantidad inmensa de proyectiles para tirar a la cancha. Dentro de un lienzo podemos hacer ingresar al estadio la inseguridad y la desconfianza, porque suponemos, con tanto control que le hacen a uno mismo, que lo primero que revisa la fuerza policial es un lienzo. Y, en una de esas, por si las moscas, también lo leen.
Podemos tener la opinión que queramos sobre los dirigentes de Blanco y Negro. Pero, en una sociedad civilizada, que los amenacen de muerte en una final, en el Estadio Nacional, después de que las fuerzas políticas, policiales y futbolísticas se reunieran como cada semana para fijar la hora, el aforo y los degradantes controles a los que someterán a los espectadores normales, parece sencillamente inaceptable.
Aunque, seamos honestos, esos mismos dirigentes poco hicieron para identificar a los hinchas que les quemaron neumáticos y violentaron el ingreso al Monumental. Donde debe haber cámaras de seguridad, guardias y medidas precautorias, porque si alguien sabe lo violentos que son sus hinchas son, precisamente, esos dirigentes.
Hubo un detenido por el lienzo, amenazas de querellas y pomposas declaraciones, como suele suceder. En la Supercopa se enfrentaron decenas de carabineros de Fuerzas Especiales contra centenares de hinchas caturros con el saldo de... tres detenidos, después de una trifulca desbocada, garreros sangrantes y una golpiza monumental a vista y paciencia de todo el estadio.
Ya es hora de sincerar el tema. Por más positivo que sea el balance de las autoridades -que destacan el aumento del público-, es hora de decirles, otra vez, que es una estadística con trampa. Programar los clásicos a las 12:00 del día, bajar escandalosamente el aforo de los estadios y prohibir el público visitante es irse por el camino fácil, darse por vencido, declamar su infinita incapacidad para controlar el fenómeno. O, al menos, para aumentar la sensación de seguridad.
Dentro de un lienzo pudo venir la posibilidad de mostrar nuevos procedimientos, de hacer más visible la prevención, de mostrar la celeridad de la acción policial y la efectividad del fiscal en el estadio. Dentro de ese lienzo pudo venir un excelente final de mandato para las autoridades de Estadio Seguro -que ahora cambiarán- o la demostración de que, al menos en este ámbito, la inteligencia policial funciona sin problemas.
En ese lienzo hubo más que una amenaza. Hubo una provocación, un desafío, una afrenta que debe ser obra de más de una persona, por supuesto. No hablamos de los giles que lo enarbolaron en tribuna Andes, sino de quienes se solazaron recordándonos lo difícil que nos resulta entrar a un estadio y lo fácil que les sale a ellos.