Quizá se aprende más de cine viendo películas malas que viendo películas buenas. En las películas buenas todo fluye tan naturalmente que parece que estuviéramos asistiendo, simplemente, a un pedazo de vida. Cuesta imaginar allí, especialmente para el ojo poco entrenado, la multitud de oficios, técnicas y experiencias que confluyeron para lograr que la cinta se convierta en una experiencia elocuente y artísticamente placentera. En las malas películas, en cambio, las costuras del guión, de la puesta en escena, de las actuaciones, están a la vista, justamente porque son torpes, gruesas y llaman, por lo tanto, la atención hacia sí mismas. Entre peor la cinta, más se aprecia todo lo que una buena cinta logra hacer invisible. Esto puede explicar, en parte, el culto que ha existido en torno al
camp, a Ed Wood -reportado como uno de los peores directores de la historia del cine- o el que existe en Los Angeles hoy respecto a "The Room" (2003), escrita, producida, dirigida y protagonizada con absoluto candor e ineptitud por Tommy Wiseau.
"The Disaster Artist", estrenada hace poco en Chile, aborda justamente cómo se filmó está cinta. Está basada en las memorias de Greg Sestero, el actor que coprotagonizó "The Room" con Wiseau. En el fondo, es cine sobre cine. Protagonizada y dirigida por James Franco (1978), vemos la amistad que nace entre Sestero (Dave Franco) y Wiseau (James Franco) en un taller de teatro, cómo se mueven juntos a Los Angeles y cómo, tras una serie de rechazos, deciden filmar su propio largometraje, todo bajo el auspicio de Wiseau, de quien no conocemos nada de su pasado ni la fuente inagotable de su dinero. El largometraje es, por supuesto, "The Room", del que Franco vuelve a filmar, además, segmentos completos, en un laborioso esfuerzo de imitación, que, por sí solo, sube el estatus de la cinta original.
James Franco, pese a ser conocido por su carrera actoral, ha filmado cerca de veinte largometrajes, donde ha intercalado adaptaciones literarias de la América profunda -Faulkner, Steinbeck, McCarthy- con cintas -documentales a veces- sobre poetas, actores y escritores. "The Disaster Artist" cabe, naturalmente, en estas últimas. Es una cinta sobre un artista desastroso, hecha sobre la premisa de que hay más misterio y preguntas sobre un creador pobre en oficio y talento, que sobre uno con auténtica sensibilidad y dominio. El impulso y la energía que se ponen en trabajo son los mismos, pero sin la recompensa de lograr una obra mínimamente satisfactoria. Franco, en ese sentido, muestra a Wiseau como un hombre lleno de ingenuidad, buenas intenciones, caprichos, limitaciones, impulsos autoritarios y una enorme paranoia sobre su privacidad. Su motivación para llevar adelante "The Room" parece estar en su enamoramiento de Greg Sestero, pese a que nunca lo confiesa abiertamente, ya que el otro se comporta como un perfecto heterosexual. Sestero, en tanto -en la mirada de Franco- se hace el pavo respecto a la tensión erótica que provoca en su amigo y explota la amistad con Wiseau porque le conviene a su propia carrera actoral, pese a que se avergüenza de las ridiculeces que Wiseau lleva adelante.
Con estos elementos, la película no es precisamente una comedia, más bien se comporta como melodrama que nunca explota. Franco, como en muchos de sus papeles, pone en su propio rol, pero también en la cinta completa, una intensidad soterrada pero sin matices, permanente, algo agotadora a las finales, porque vibra casi siempre en el mismo tono. Hay una cierta pausa, un cierto espacio, que existe incluso en las películas de Scorsese, por nombrar a un cineasta agitado, que escapa de su registro expresivo.
The Disaster Artist
Dirigida por James Franco
Con James Franco, Dave Franco, Ari Graynor.
Estados Unidos, 2017, 104 minutos.