El Festival Internacional de Teatro Santiago a Mil es ya inabarcable. Durante tres semanas nos sumerge en él, pero solo se alcanza a rozar alguno de sus aspectos. La parte de teatro y danza internacional son sus fortalezas. Uno de los grandes méritos del Festival es poder invitar a grandes compañías, con directores de renombre, que de otro modo no vendrían a Chile. El respeto internacional alcanzado y su exitosa gestión lo hacen posible.
Bergman e Ivo van Hove, "After the Rehearsal" y "Persona"
Las dos obras que presentó en una sola función el director belga Ivo van Hove, con la compañía holandesa Toneelgroep, "Después del Ensayo" y "Persona", obtuvieron una aprobación universal. Su punto de partida fueron esas dos cintas de Ingmar Bergman, que indagan en el arte del actor. Se presentan las relaciones entre el director y las actrices, los conflictos entre ficción y realidad, el carácter determinante que tiene el director. Siendo esas consideraciones sobre el arte lo central, "Persona" logra un efecto asombroso cuando, en un instante, pasa de la pieza de un hospital a la inmensidad del paisaje de una isla en el mar Báltico. En un instante caen las paredes, explota la luz y vemos una isla rodeada de agua. Hacer eso en cine es normal, hacerlo en teatro es un milagro. Luego cae una intensa lluvia impulsada por fuertes ráfagas de viento. Las actrices quedan efectivamente empapadas. Es una enorme osadía emocional y técnica. Es un modo de mostrar que el teatro puede expandirse sin límites. Las dos obras son un prodigio de belleza visual, el cuerpo femenino llega a ser escultura, el trabajo de las actrices es de alta calidad, la técnica es empleada con tal eficacia que lo artístico queda efectivamente realizado.
"Tala", de Thomas Bernard por Krystian Lupa
"Tala", en cambio, a pesar de la calidad del texto del austriaco Thomas Bernard y de la dirección del consagrado director polaco Krystian Lupa, produjo efectos dispares; buena parte del público no la resistió y abandonó la sala. Cuatro horas y media de diálogos, primero en un salón y luego en el comedor de una residencia de personas adineradas, pueden desalentar. El personaje central, que es el escritor, se instala a un costado porque aceptó ir pero no quiere estar con esa gente que desprecia; lo que dicen no es brillante, por el contrario deja ver sus limitaciones y egocentrismo. Pero si se llega a entrar en el juego propuesto, se puede comprender que Bernard y Lupa dan una convincente y desencantada visión, que parece verdadera, de artistas egocéntricos que, al fin de cuentas, son todos unos fracasados. Desagradable para muchos, pero gran teatro en cuanto presenta con valentía un aspecto real de su propio mundo, donde por múltiples deficiencias, se desvirtúan el arte y los valores humanos. El arte y la cultura son indispensables... pero habría que evitar la estupidez, y la obra la muestra descarnadamente.
"Krapp's Last Tape" de Samuel Beckett por Robert Wilson
Una de las obras más esperadas fue "Krapp's Last Tape", "La última cinta", en la versión del director norteamericano Robert Wilson. Con la misma austeridad y acierto con que Samuel Beckett interpretó en "Esperando a Godot" la desesperanza que invadió Europa al fin de la Segunda Guerra Mundial, en "La Última Cinta" un hombre ya anciano revisa las cintas que fue grabando en cada uno de sus aniversarios. Mueve la cabeza al escuchar su voz firme de hace 30 años, y se da cuenta de que el día en que dejó ir a la mujer que allí recuerda, perdió la única oportunidad de ser feliz. No es solo teatro, es guía hacia la revisión del propio pasado. La versión muy teatral de Robert Wilson nos pareció inadecuada. Con el comprensible propósito de darle alguna ambientación, crea un entorno inicial de tormenta, el viento y los truenos retumban, la lluvia se ve en rápidas líneas de luz que caen en la semioscuridad, todo muy bien hecho e impresionante, pero al extenderse por más de diez minutos desvirtuó su función y acentuó otros rasgos inconvenientes: gritos de temor al escuchar los truenos, gesticulación exagerada al buscar y colocar las cintas. Para conservar el espíritu de las obras de Samuel Beckett es necesario mantener su austeridad, actuar con el mínimo de gestos. Sin embargo, a pesar de esa objeción, ver a Robert Wilson actuando y aquí es algo que hay que agradecer. Él es norteamericano y Estados Unidos no perdió esa guerra, la devastada fue Europa.
Grandes figuras del teatro y la danza trae cada año Santiago a Mil, pero en este aniversario ese rasgo se acentuó. En estos dos artículos me he referido a seis de ellas, pero fueron muchas más. Aunque solo podamos verlas durante escasos tres días, su presencia produce cambios en la percepción del público y pone exigentes metas a nuestro teatro. Los directores invitados participaron en diálogos con actores y con el público; la sección "Lab Escénico 18" organizó una Escuela de Verano, un encuentro de investigación escénica y abrió actividades didácticas para "pequeñas audiencias", es decir a niños. Espectáculos de calle y gratuitos viajaron a regiones y estuvieron en comunas. Lo que se llamó ahora "Platea 18", que es la ya tradicional semana de programadores, ha permitido al teatro chileno y de otros países de Latinoamérica, participar en festivales internacionales y ha abierto las puertas de grandes teatros en América, Europa y Asia. Lo mismo han hecho los acuerdos de intercambio. Si bien hay una parte que es tendencia mundial, la internacionalización de nuestro teatro ha tomado su camino por esta actividad de Santiago a Mil. Por lo que han hecho Carmen Romero y Evelyn Campbell por el teatro chileno merecen un reconocimiento nacional en el campo del emprendimiento y en el de las artes de la representación.