Nicanor Parra era un poeta ultraculto, refinado, más difícil de lo que lo pintan, bajo la apariencia de llaneza y coloquialidad. Leo, por azar, el discurso de aceptación del Premio Juan Rulfo. Lleno de hallazgos. Escrito en verso, divaga lúdicamente sobre los tipos de discursos posibles, haciendo una parodia sarcástica del género que está llevando a cabo en ese preciso momento, y después de mencionar varias categorías, lanza su habitual chiste: la única clasificación importante es la que divide los discursos en dos tipos: discursos buenos y discursos malos. Risas. Luego señala que ha querido preparar dos discursos: el último discurso malo del siglo XX y el primer discurso bueno del XXI, pero que el auténtico desafío para "un orador nato" como él es escribir el último discurso malo del siglo XX, porque siempre puede salir alguien que escriba uno peor. Risas otra vez. Dice luego que en su escritorio va apilando las hojas con el último discurso malo a la izquierda y las hojas para el primer discurso bueno a la derecha, pero la página que acaba de escribir no sabe si colocarla en la pila de la izquierda o de la derecha. De pronto, esas dos palabras tan simples y tan traqueteadas empiezan a temblar porque el lector advierte su peligrosa ambigüedad semántica. ¿El último discurso malo del siglo XX es el de la izquierda en el sentido ideológico de la palabra izquierda? ¿Es este el discurso más difícil de redactar porque precisamente no es posible darlo por terminado y siempre surgirá otro con una redacción peor? Al revés, ¿es el primer discurso bueno del siglo XXI, que es muy fácil de escribir porque basta plagiar "al pie de la letra / a Hitler a Stalin al Sumo Pontífice", el de la "derecha"?
"Caution:
El cadáver de Marx aún respira" ¡Qué buena advertencia! Si el último discurso malo del siglo XX es el de la izquierda y si Marx es el redactor principal de ese discurso, sería un error suponer que ese discurso está sellado, finiquitado, sin algún tipo de eficacia y verdad.
El dicho popular advierte acerca de la impúdica imprudencia de sacar cuentas alegres y celebrar cuando todavía el cadáver del finado está caliente. La advertencia de Parra toma ese dicho y le da varias vueltas de tuerca. Los que creen que Marx es un cadáver están cometiendo un tremendo error. Su discurso, el discurso marxista, como el cadáver de Mío Cid, puede dar y ganar batallas todavía, ya que presenta un vigor muy poderoso aún y realiza el gesto vital por excelencia: respirar. Esa advertencia ¿no corre también para los discursos que se apilan a la derecha que, en vez de formar parte de uno bueno, pueden convertirse en el primer discurso malo del siglo XXI?