"La vida es como una caja de bombones", decía la madre de Forrest Gump. Y en no pocas ocasiones Sebastián Piñera habrá pensado estos días que los gabinetes también. El Presidente propone y la política dispone. Ministros muy preparados, incluso veteranos, pueden acabar hechos guiñapos por una coyuntura adversa y otros, de los que no se espera nada, pueden brillar con luz propia.
La propuesta de Piñera ya está sobre la mesa y, a partir de ahora, los ministros intentarán cambiar la realidad y la realidad tratará de comérselos vivos. Eso es parte del encanto de todo esto. Pero en la nómina del Presidente hay cicatrices de decisiones que no debieron ser fáciles.
Una, la más evidente, es la de la cartera de Relaciones Exteriores. Los Larraín -Hernán y Felipe- pugnaban por ese ministerio, hasta el punto de que sus deseos se convirtieron en un problema para el Presidente. Finalmente, este acudió a una solución salomónica: se la entregó a Roberto Ampuero, un hombre del que si de algo está seguro Piñera es de su lealtad personal hacia él. El bagaje de Ampuero en política exterior es escaso: solo ha sido embajador en México. Pero conoce gente en todo el mundo, tiene contactos y le gusta caer bien.
Una segunda decisión crítica tuvo que ver con el impulso social que Piñera quiere dar al gobierno. El discurso de "la clase media protegida", que impregna todo el programa electoral, se le atribuye a Gonzalo Blumel. De hecho, este ingeniero que pasó parte de su juventud sirviendo en la Municipalidad de Futrono, no ocultaba su deseo de participar directamente en la implantación de estas políticas.
Al final Blumel va a la Segpres, donde tendrá que coordinar con Chadwick los apoyos legislativos a las ideas del gobierno y seguirá siendo una de las "manos derechas" del Presidente. Pero el gran ministerio de Desarrollo Social, que algunos llaman maliciosamente el "ministerio de Evita Perón" le fue asignado al ex canciller Alfredo Moreno, quien no oculta su interés de aspirar a la Presidencia.
¿Podía haber sido ese ministerio para Blumel, como dedujeron algunos de sus amigos en conversaciones recientes? Todo indica que aunque sea el padre de muchas de las ideas del programa, aconsejaron entregar la cartera a una figura que pueda capitalizar la experiencia en otra dimensión. Moreno será el primer empresario cuya misión será acabar con el subdesarrollo con una mirada empresarial. Y lo que está claro es que, como ya adivinó Perón en la década de 1940, el Ministerio de Desarrollo Social será el lugar desde donde partirá uno de los sucesores de Piñera en 2022.
Junto a estas dos marcas del proceso de toma de decisiones, Piñera ha intentado torcerle la mano a algunos mitos de la política. Uno, el más fácil de derribar, era el de que en su segundo gobierno "nadie se iba a repetir el plato". El mismo lo dijo en una cena el año pasado. Al final repiten seis, tres en los mismos ministerios (Chadwick, Larraín y Pérez). Esto genera una sensación de continuidad.
El segundo es el aforismo de que en una victoria electoral, "los que desembarcan en Omaha no siempre desfilan en París". Piñera ha querido dejar muy claro que su elección de colaboradores cuando creó Avanza Chile hace cuatro años para volver a ser Presidente fue acertada. Sus principales miembros -Chadwick, Pérez, Blumel y Plá- son ministros. Con ellos lleva despachando asuntos casi a diario desde hace cuatro años. El grupo está muy cohesionado y tiene una gran mística.
La duda es si ese grupo de fieles al Presidente va a seguir operando igual, encapsulándolo dentro del gobierno, o se va a abrir a nuevas lealtades con sus otros compañeros de gabinete. La experiencia de un asesor que fue invitado a sumarse durante la campaña y que no cuajó demuestra que los equipos tan afiatados a veces se vuelven muy monolíticos.
Piñera ha hecho su propuesta y ahora los elementos empezarán a erosionar y moldear su gobierno. Ya ha salvado su Omaha particular, pero no debe olvidar que el desfile en París debe producirse en 2022.