Lo extraño de la foto es la posición de Pablo Guede. Está tendido sobre una camilla, con las piernas incómodamente abiertas, en shorts y sonriente. Flanqueado por Aníbal Mosa, Esteban Paredes y Jaime Valdés en La Serena, mientras afrontan la pretemporada. La foto fue -otra vez- el método elegido por Colo Colo para desmentir un rumor: que los jugadores estaban molestos porque el director técnico era el único que había cobrado los premios por el título.
Como en otras oportunidades, una foto burlona fue el método para manifestar la granítica unidad de la pandilla conformada por la cabeza dirigencial, el cuerpo técnico y los referentes del plantel. Una práctica que desmintió anteriormente rupturas entre el propio Guede con Barroso y Paredes, o que se mofó de la situación reglamentaria de Agustín Salvatierra.
Colo Colo es, desde hace algún rato, y con señalado éxito, un grupo de compadres que unidos han enfrentado la crisis de la sociedad anónima, las referencias hostiles al entrenador, las dudas futbolísticas y los cuestionamientos al plantel. Son un grupo irreductible, indómito, salvaje y cohesionado, que ha ganado el último título y se apronta a enfrentar, como inmenso favorito, el único trofeo nacional en disputa durante el primer semestre, la Supercopa.
La fórmula ha resultado, no hay duda, para surfear todas las polémicas del último tiempo. Y para encarar las dificultades como un solo cuerpo. No es casualidad ni sorpresa que haya sido el propio Esteban Paredes quien saliera a enfrentar la falta de refuerzos diciendo que "Silva y Carmona van a llegar", en un alarde de optimismo que ni el silencioso Guede puso en práctica.
Lo extraño es la posición de Guede en la foto, insisto. Tendido en una camilla con las piernas insólitamente abiertas. A pocas horas de la Noche Alba, a pocos días de su primer compromiso oficial, a pocas semanas del debut en la Copa Libertadores, sus pretensiones para reforzar al plantel lucen lejanas y tardías, lo que a cualquier entrenador le podría parecer un desastre. Pero a Guede no le incomoda y prefiere, otra vez, sumarse a la pandilla para mandar un mensaje desafiante a la comunidad toda: nada nos conmueve, somos uno solo.
La estrategia está clara desde hace rato y ha dado resultados en el corto plazo. La pandilla ha logrado tapar bocas, hacerse fuerte, refocilarse en su férrea voluntad, validar lo propio y desacreditar lo ajeno. Consagró a Raúl Ormeño como brazo armado para poner en duda la institucionalidad y ha sido capaz de resistir los embates de los poderosos dentro de su misma orgánica. ¿Quiénes somos nosotros para cuestionar las políticas deportivas y de contratación si a Guede todo le parece bien, refugiado en el silencio complaciente? ¿Por qué deberíamos exigir más refuerzos para el bien del fútbol chileno, considerando que Colo Colo es un representante ante los torneos internacionales, si la pandilla parece igual de feliz, satisfecha y optimista?
Lo único raro, insisto, es la posición de Guede. Tendido y de piernas abiertas. Es raro.