Hay gestos que le tocan a uno las fibras más íntimas como chileno. Uno de ellos es el reciente encuentro entre el Mandatario electo Sebastián Piñera y el senador y ex candidato presidencial Alejandro Guillier. Lejos ya de las legítimas diferencias y los ataques cruzados, propios de una contienda electoral, que en diciembre alcanzó a ratos una intensidad inusual, y más allá de la visita de Guillier a Piñera la misma tarde del 17 de diciembre, para felicitar al triunfador, este nuevo encuentro pone de relieve varias cosas que deben destacarse.
Una de ellas es que en nuestro país la democracia liberal está viva y sana, la otra es que los políticos intuyen que la ciudadanía espera de ellos diálogo y acuerdos que favorezcan al país, que benefician a Chile. Esperan, en tres palabras, profesionalismo y espíritu democrático. El encuentro Guillier-Piñera indica además que la cultura democrática es hoy más fuerte de lo que imaginábamos, y que logra restañar heridas. No hay duda de que muchos electores se identificaron, por ejemplo, con el mensaje de reencuentro y unidad nacional que el hoy Presidente electo enfatizó durante su campaña.
La presencia esta semana de Guillier en Apoquindo 3000 habla no solo bien de nuestra cultura democrática sino también del mismo senador y periodista. Y pone de relieve que, pese a su relativa breve experiencia en política contingente, entendió más rápido que muchos políticos versados de su sector algo esencial: que la recuperación de la izquierda pasa, en primer lugar, por hacerse una autocrítica, modernizar sus estilos y visiones, sintonizar mejor con los sectores medios y la sensibilidad política nacional, más bien moderada, y dirigir la mirada más hacia el futuro que al pasado.
En este sentido, Guillier está haciendo un importante aporte a su sector y a la reformulación de liderazgos en este. Guillier entendió que para que la izquierda aspire al poder con posibilidades no debe culpar al empedrado o a los chilenos aspiracionales de su problemático avance, sino identificar y analizar sus propias insuficiencias. Tradicionalmente se ha pensado que la izquierda tenía mejor sintonía con el alma nacional que la derecha, el centro auténtico o los liberales, y hoy Guillier indica a su sector, a través de gestos republicanos, que esa etapa quedó atrás, que deben iniciar su marcha por el desierto y que hay que ejecutarla con los sentidos bien alertas.
Tras la conversación con Piñera, Guillier reiteró su voluntad de hacer una oposición constructiva. Subrayó que él integra la oposición y que enfatizar el rol como opositor constructivo no significa confusión política sino amor a Chile. Agregó que "la oposición tiene que ser colaborativa, por algo es oposición que se prepara para ser gobierno en una segunda opción más adelante, y eso significa ayudar a gobernar al país para que al país le vaya bien". Sus declaraciones son ejemplares y dignas de elogio, y recuerdan a un político alemán que sostenía que, mediante la elección, la ciudadanía escoge a un sector para gobernar y al otro para ser oposición. Es la ciudadanía la que decide ambas cosas. Los electores imponen, en el fondo, dos mandatos: a unos envía al gobierno, a los otros a la oposición. De ambos espera roles responsables y constructivos.
Guillier trasunta a la vez un alma liberal y democrática. En ella laten la modestia, la tolerancia y la mesura, la convicción de que nadie monopoliza la verdad, y que la alternancia en el poder es consustancial a la democracia. Con estos gestos hacia el Presidente electo, Guillier corre, desde luego el peligro de ser incomprendido y atacado por los jacobinos de su sector e integrantes del Frente Amplio, que abogan por una oposición visceral, pero al mismo tiempo promueve y proyecta un liderazgo de futuro. Guillier sabe que hay una premisa crucial para que el sector se aproxime con éxito a La Moneda, y ella consiste en recuperar, enarbolar y defender los éxitos que la Concertación logró durante sus gobiernos.
Y Guillier reacciona de forma tolerante, liberal, democrática y colaborativa ante el futuro Presidente y su gobierno, no sólo porque lo siente, sino también porque no olvida que la alternancia en el poder fue uno de los grandes objetivos por los cuales se luchó durante decenios en Chile.