La alfombra roja -con la que se le honró y por la que transitó hacia el avión que se lo llevó de Chile- todavía estaba tibia, aún no terminaba de olvidar sus pasos cansinos, cuando la vocera del Gobierno lanzó su implacable tuit:
"@paulanarvaezo: Es un imperativo ético respetar a las víctimas de abusos sexuales, creerles y apoyarlas. Ninguna defensa institucional puede primar ante este principio básico de una sociedad justa y empática con quienes más lo necesitan".
La ministra Paula Narváez se refería obviamente a las palabras del Papa Francisco dichas el día antes a propósito de las acusaciones contra el obispo de Osorno:
"El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia, ¿está claro?" .
Veinticuatro horas después de despedirlo en el aeropuerto de Iquique, luego de tres días en que la Presidenta Bachelet lo acompañó a todo, en que lo acaparó al punto de mantener al Presidente electo casi al margen del programa oficial, ahora su gobierno le disparaba por la espalda, cuando ya estaba lejos.
"¡ Vade retro !", fue lo único que le faltó decir a la vocera.
Es que Francisco ahora se había convertido en algo así como una persona
non grata , en un convidado de piedra.
Es feo irse pelando cuando a uno lo invitan a alguna parte. Pero también es horrible pelar a los invitados cuando se acaban de ir.
Y peor es "pelar al papa". Pero hay gente que goza criticando a las máximas autoridades de la Iglesia. Disfrutan pelando papas.
Ya sé lo que me van a decir, que igual Francisco cometió un error al calificar como "calumnias" las acusaciones contra Juan Barros. Porque eso daña a quienes se consideran víctimas del caso Karadima. Y creo que tienen un punto ahí.
Pero reconozcamos también que un grupo no menor de personas -políticos, periodistas, opinólogos, intelectuales, laicos, creyentes, agnósticos y ateos- esperó y luego siguió la visita del Papa a Chile no con el interés de escuchar qué mensaje provechoso podría traerle a nuestra sociedad, sino con el morbo de presenciar un tropiezo, una
gaffe , una piñericosa (lo digo así para que se entienda la idea).
¡Es que tenía tanto obstáculo donde resbalar y caer! Algo polémico tendría que decir sobre el conflicto mapuche; o sobre los inmigrantes; o pediría mar para Bolivia; o no se juntaría con víctimas de abusos sexuales; o dejaría ver sus tendencias izquierdistas... Ahí estaban muchos, observando, atentos, como cazadores esperando que el Gran Venado hiciera un movimiento torpe para fulminarlo.
Y el Papa estuvo a punto de salvar ileso. Una decena de discursos leyó. Innumerables temas humanos y divinos tocó. Y nadie pudo reprochar nada.
Pero es que pocos parecían estar escuchándolo de verdad. Para muchos, desde el comienzo, fue un invitado de piedra. Estaba ahí, presente, pero era como si no estuviese. Como gallina de yeso. A menos que se pegara un patinazo. Ahí sí que se pondría buena la cosa. Ahí sí que habría valido la pena toda la cobertura, el esfuerzo humano y material por seguirlo a sol y a sombra.
Y sí; creo que fue un error salirse de libreto el último día e improvisar un comentario irreflexivo sobre el obispo Barros.
Pero supongo que así es hoy la vida de los Papas. Deben acostumbrarse a que ahora casi siempre serán invitados de piedra. Y quizás de eso hablaba Jesús cuando le dijo al primer Papa, a Pedro, que sobre esa piedra construiría su iglesia.