La Municipalidad de Santiago anuncia la construcción de una explanada junto al acceso principal del cerro Santa Lucía, cubriendo buena parte del paso bajo nivel que conecta la calle Santa Lucía con las calles Carmen y Diagonal Paraguay, al sur de la Alameda.
Más allá de las razones de la explanada, el problema que surge es que la intervención perjudicará de manera irreparable el importante mural que adorna dicho paso inferior, obra de los artistas chilenos Eduardo Martínez Bonati, Carlos Ortúzar e Iván Vial, inaugurado en 1970. Este mural tiene para Santiago una significación extraordinaria que el municipio no podría, de ningún modo, ignorar: es una obra icónica del arte cinético y del arte público.
Cuando apenas en 1969 se había promulgado la Ley Nemesio Antúnez para el desarrollo del Arte en las obras del Estado, este mural fue fruto de un célebre concurso público y una de las primeras obras de arte asociadas a la infraestructura vial y de transporte que formaron parte de la renovación urbana de Santiago, en una época de voluntad modernista, que incluía la remodelación San Borja y la primera línea del Metro.
El mural es lo que se denomina una obra de "arte integrado", es decir, que se relaciona tanto con su soporte (la forma y tamaño de la estructura del paso bajo nivel) como con su complejo contexto urbano. Es también un bello ejemplo del arte cinético en Chile -pues su composición plástica interactúa directamente con la velocidad del automóvil y es solo desde ese transitar que la obra se puede apreciar- y como tal, parte del escaso patrimonio moderno de Santiago. La obra está realizada con mosaicos de gres cerámico vitrificado que resisten estoicos el maltrato y la desidia hasta el día de hoy.
La intervención propuesta para hacer una explanada significa la pérdida irreversible de diversos elementos y superficies que hoy constituyen en su conjunto una valiosa obra de arte público, que además pertenece a la historia de la ciudad. Cubrir buena parte del paso bajo nivel significará también instalar una estructura adosada a grandes extensiones del mural.
En este sentido, la propuesta nos obliga a aceptar un sacrificio inconsulto e innecesario, pues todo diseño tiene alternativas de acuerdo a sus propósitos. La pregunta que debemos hacernos -habitual en el mundo de la arquitectura, el paisajismo y la defensa del patrimonio- es cómo diseñar una intervención de tal modo de poner en valor todo lo que realmente importa. En este caso, el mural debería ser preservado, restaurado e incorporado de manera íntegra al nuevo proyecto.