Referente obligado de la renovación del teatro europeo, el polaco Krystian Lupa (74), considerado una 'leyenda viva' de la escena, en su segunda visita a Chile presenta "Tala", creación de 2014 elogiada en diversas plazas europeas. Esta, con sus cuatro horas y media de duración, incluyendo una pausa, es una obra de mucha más exigencia que "Persona: Marilyn", aquí en 2011 con sus tres horas y, ciertamente, de mayor envergadura por sus alcances morales y humanismo. Se debe entender el largo aliento de este nuevo regalo de Stgo. a Mil, como un gran viaje mental; si parte del público criollo ajeno a tales experiencias se baja de él a medio camino, ya es un problema no de la entrega, sino del propio espectador.
No se ha dicho que el festival ya presentó este mismo material en enero de 2014 en la forma de un unipersonal venido de España, con balance flojo en verdad. Esta es la monumental versión teatral de Lupa para una de las últimas novelas del corrosivo e implacable narrador y dramaturgo austríaco Thomas Bernhard, escrita cinco años antes de morir en 1989. Primero se prohibió su publicación, hoy más de un crítico la califica como una de las obras maestras de la literatura alemana del siglo XX. En ella el iconoclasta autor, en primera persona como si fuera un monólogo con una marejada de ácido sarcasmo, relata su experiencia cuando regresó a su ciudad natal tras largo alejamiento, para asistir al entierro de una actriz y bailarina que se suicidó, y reencontrarse en una 'cena artística' con sus viejos compañeros de bohemia.
La médula está en los extensos primer y último cuadros que retratan la reunión con estos como muertos en vida, artistas e intelectuales frustrados, diletantes y esnobs henchidos de apatía y sin voluntad para rebelarse a un entorno que los aplasta. Entes pasivos que quieren dejar de ser banales, oportunistas, estúpidos y vacíos, y ya no pueden. Los dardos más filudos se destinan a los actores, incapaces de distinguir su real pasión por el arte, de la pose y su deseo de exhibirse; y que aceptaron convertirse en servidores del poder establecido traicionando su vocación. Lo cual es válido para la sociedad toda y el medio artístico de la Austria de los 80, en la Polonia poscomunista y moderna, y por extensión también en el Chile de hoy. De vez en cuando los concurrentes añoran a la alcoholizada Joanna ausente, y la admiran por haber tenido la valentía de autoeliminarse para escapar del marasmo (sin hacer nada por cambiar el estado de cosas).
Como toda travesía, "Tala" tiene momentos vibrantes y de burla feroz, en tanto que a ratos también puede exasperar con su registro de la inercia hasta un grado que cuesta soportar. O nos descoloca con sus contradicciones, ambigüedades e impensados giros oníricos o espectrales. Todo sucede en una grandiosa escenografía, diseño e iluminación del director, con un escenario giratorio que en principio introduce los personajes como si estuvieran en una pecera.
Desde luego se despliega sin apuro e impone su propio pulso y sentido del tiempo. Hay un par de escenas que ocurren en un filme proyectado en una pantalla, y una torrentosa arenga contra el servilismo al sistema de la elite artística. Del mismo modo, los tres cuadros intermedios que evocan escenas de Joanna viva, en rigor podrían excluirse sin alterar el resultado general.
Teatro Municipal de Santiago. Última función hoy a las 19:00 horas.