Pionero impulsor del redescubrimiento de los espacios públicos como escenario teatral (algo que no sorprendía en la Edad Media y el Renacimiento), Jean-Louis Courcoult -que fundó Royal de Luxe en la Provenza francesa en 1979- es también un viejo amigo de Chile. El estreno aquí de su última creación, "Miniatures", de 2017, es su sexta gira al país desde la primera en 1989, y la cuarta en el marco del Festival Stgo. a Mil. Sin contar con que la compañía tuvo en la capital su único 'hijo' teatral: el colectivo local La Gran Reyneta, nacido siguiendo su estilo en 2004 y que hasta 2013 sumó tres estrenos y varias giras internacionales.
A diferencia de las dos visitas de "La Pequeña Gigante" en 2007 y 2010, de impacto masivo, en "Miniaturas" Royal de Luxe vuelve a sus inicios. Brinda un espectáculo fijo en un escenario bifrontal, que está lejos de la intervención urbana y del gigantismo al que suele recurrir. Como lo anuncia su nombre, esta vez tiene reproducciones a pequeña escala de distintas figuras, objetos y aparatos, a veces movidos por control remoto.
Creado pocos meses después de los atentados en París, ilustra un viaje que sobrevuela desde un avión lo que sucede hoy en el mundo para verlo con otros ojos. Como en un sueño, seguimos a un piloto aéreo en su impredecible ruta por distintos lugares y aventuras y, al mismo tiempo, a una aseadora imaginando que se convierte en reina. Es una rápida sucesión de escenas breves que nos llevan sin transición de una a otra fantasía, con los nueve ejecutantes (dos de ellas en patines) multiplicándose en innumerables roles. En la lógica de que cualquier cosa puede pasar en cualquier instante, en el escenario se alternan referencias a Antoine de Saint Exupéry ("El principito") y Julio Verne; la ópera, el cómic y James Bond; sobre todo al imaginario paradójico de "Alicia en el país de la maravillas"; con pasmosos golpes de efecto que incluyen fuego, humo y explosiones, más algunas de las máquinas absurdas e inútiles que antes fascinaron a Courcoult (y nos recordaron "La verdadera historia de Francia", que vimos en Caracas en 1992); sumadas a súbitas alusiones a aviones bombardeados, misiles, tráfico de armamento, guerra y prisión. Todo esto acompañado de una banda sonora donde cabe de todo.
El abigarrado despliegue de inventiva e ingeniosidad tiene sus límites. Entretiene, sin duda, con su incesante búsqueda de algo nuevo con qué impresionar. Pero la historia y los personajes lucen apenas boceteados, y el conjunto resulta disperso. No hay nada de poesía, como se anticipaba. Lo jocoso y sorprendente tienden a agotar su efecto, mientras que las citas a la realidad -por ejemplo, la brusca imagen del niño refugiado muerto en la playa- parecen estar ahí solo para dar cuenta, no llevan a ninguna parte.
Por su carácter ingenuo, ligero, en continuo movimiento, puede que el espectáculo sea más disfrutable por el público infantil y adolescente, pero hasta ellos deben resentir la hora y media de extensión. Todo lo cual nos hizo añorar los espléndidos primeros trabajos de Royal -"Roman Photo", su debut aquí en 1989, "Pequeños cuentos negros" al año siguiente, "La verdadera historia de Francia"- que marcaron sin duda su época más gloriosa.
Cancha del Internado Barros Arana (Santo Domingo 3535), a las 19.30 horas, hasta el domingo 21.