Intenso si se entra en el juego propuesto, "El mar de noche" es un breve solo dramático (55 minutos) creado como en filigrana por una tríada de talentos escénicos del Buenos Aires actual: El dramaturgo Santiago Loza, que en la última década renovó con extraordinaria potencia el género monólogo que se creía en retirada (en 2014 el GAM mostró aquí sus méritos en un ciclo); el elogiado director Guillermo Cacace, surgido como muchos del circuito alternativo (el III FIBA en Chile presentó su obra "Mi hijo solo camina un poco más lento" en 2015), y el prestigioso y laureado actor Luis Machín, en la que debe ser su quinta visita a escenarios locales tras "La familia argentina", "Vigilia de noche", "Ella" y "La última sesión de Freud".
Hecho con sentimiento y sensibilidad a flor de piel, presenta nada más ni nada menos que un momento de desesperación extrema, el de un hombre maduro que, desgarrado por la pérdida de su amor que lo abandonó, le habla inútilmente a la imagen que guarda de su amado. De despojado estilo minimalista, el personaje, estático, nunca se levanta del sillón en que está sentado; solo habla con una copa en la mano, roto por dentro, desmoronándose cada vez más y más, al borde seguro del colapso o el suicidio.
Primer unipersonal que vemos de Loza con un hombre de protagonista (su especialidad han sido los monólogos femeninos), es un texto de gran belleza y fuerza emocional. Que también suele dar una impresión algo oblicua, porque suele contener incidentes nimios o recuerdos irrelevantes, y su naturaleza podría sonar más literaria que dramática si no fuera por la notable interpretación de Machín. Se ha dicho que se inspiró en el "De profundis", de Oscar Wilde, y en "Muerte en Venecia", de Thomas Mann, pero a nosotros nos pareció -por su puesta al día de la exaltación romántica y la ola de desconsuelo que nos echa encima- más afín al espíritu de "Solo un hombre", el filme de Tom Ford (2009).
Queda claro que nunca nadie amará al ausente de modo tan total y profundo. La duda es: ¿merecía éste tanta entrega y devoción? O bien, si el amor era tan grande, ¿por qué la relación no prosperó? ¿Es el amor un trastorno de nuestra mente?
Con un peligro: esta es una propuesta íntima para ser dada en una salita que ponga a su personaje al alcance de la mano; la proximidad de los gestos mínimos del actor, su expresión del dolor son de suma importancia. De modo que si usted no entra en la convención, encuentra al actor frío y al texto, literario, no es problema de la obra ni suyo, sino de que vio la entrega desde una butaca distante en un teatro para 270 espectadores.
Teatro UC, a las 19:30 horas, hoy última función.