Puede que "Fire and Fury: Inside the Trump White House", el libro de Michael Wolff sobre el Presidente norteamericano, no esté entre los mejores trabajos periodísticos, que su investigación carezca de suficiente rigor, que las citas no sean totalmente exactas, tal como se ha dicho. Puede que incluso el autor haya forzado diálogos, exagerado comentarios y fantaseado con algunas escenas. Pero lo cierto es que, en lo fundamental, uno reconoce al personaje que ha visto actuar en la Casa Blanca todo este año, concuerda con el retrato que hace Wolff de Donald Trump, y no puede sino sorprenderse de que, efectivamente, ese sea el hombre que gobierna hoy Estados Unidos.
Wolff se apoya, básicamente, en lo que ha visto y en testimonios de personas que han trabajado con Trump, que han estado circulando desde antes que ganara la Presidencia; a algunos los cita con nombres y apellidos, a otros les cubre la identidad, probablemente porque siguen en el entorno presidencial.
Yo no sé si es verdad todo lo que cuenta Wolff, pero parece bastante verosímil. Aunque el hecho de que su principal fuente, Steve Bannon -el despedido estratega de la campaña y quien manejó el equipo durante unos meses-, haya desmentido algunas declaraciones puntuales inmediatamente después de aparecer el libro, le resta credibilidad al material publicado. Pero ese desmentido es sospechoso, vino después de unos ofensivos tuits del Presidente, que desacreditaron a Bannon, quien finalmente fue despedido de Breitbart News, el medio de comunicación que fue clave en la campaña de Trump.
"Los medios chilenos se hacen eco de la mala prensa norteamericana, y eso no es justo para Trump", me dijo hace unos días una amiga que le tiene simpatía al Presidente. Puede que tenga razón, y que efectivamente estamos algo influenciados por el periodismo gringo. Después de todo, aunque ha ido cayendo gradualmente en las encuestas, Trump mantiene todavía más del 40 por ciento de popularidad, y eso algo dice de su empatía con la opinión pública.
Pero nuestra apreciación no solo depende de lo que leemos en el New York Times o el Washington Post. Basta leer sus tuits, verlo en las conferencias de prensa o revisar su historial de controversias y enfrentamientos con distintas personalidades y líderes internacionales -y dejo de lado la investigación del fiscal especial Robert Mueller, sobre el caso de las relaciones con Rusia- para formarse una opinión acerca de su carácter, manera de pensar y su estilo de liderazgo.
En un año, y tal como se presagiaba, Trump ha confirmado ser un Presidente poco convencional, impredecible, errático y caprichoso, y bastante poco efectivo. Aparte de la reforma tributaria, una aspiración del
establishment republicano, no es mucho lo que logró en su primer año de gobierno. Aunque muchos están felices de que no cumpla sus promesas de campaña.