Y entonces, ¿viene a ser ahora Stephen Frears, el antiguo explorador de las empobrecidas
inner cities de Londres, el pionero de los inmigrantes musulmanes, los gay y los marginados, este hombre se ha convertido en el nuevo cineasta de la Casa Real? Hace tiempo que Frears dejó a los protagonistas de sus primeras películas, pero con
La Reina y Victoria y Abdul acumula dos obras de parecida tesitura sobre la corona británica.
La Reina tenía el interés más contingente de la situación de Isabel II ante la muerte de Lady Di, mediada por el primer ministro Tony Blair. En este caso es la reina Victoria (Judi Dench), que en su prematuro envejecimiento a los 63 años, agobiada por el peso del reino, recibe un excéntrico presente de su nueva colonia, India: un mohúr, una vieja moneda mongol que tiene cierta importancia ritual. Pero el verdadero regalo es quien lo entrega, el apuesto Abdul Karim (Ali Fazal), elegido en su ciudad de Agra por su altura, que debe ser acompañado por el pequeño Mohammed (Adeel Akhtar). Ambos participan de la ceremonia de ofrecimiento, pero Victoria se fija en Abdul y lo requiere como sirviente.
Mohammed se convierte en la conciencia crítica: deseoso de regresar a casa, es el único que le recuerda a Abdul (y de paso al espectador) que Victoria encabeza la mayor aventura imperialista del siglo XIX y que India está bajo su látigo. Abdul es, en cambio, el seductor que resucita la femineidad de Victoria y que la interesa por esa colonia de la que es emperatriz sin saber nada de ella.
Hay unos 35 minutos iniciales en que Frears despliega su excelente imaginación visual, su audacia para encuadrar y montar, su capacidad para narrar a gran velocidad, insertando aquí y allá golpes de humor y sarcasmo sin ningún ánimo de ser histórico (en el mal sentido de esa palabra). Pero después de eso entra a saco por todos los costados de la película un academicismo que trae consigo torrentes de sentimentalismo, espíritu convencional e intenciones bondadosas.
En toda esta parte posterior la reina rebosa tanta generosidad como cretinismo (por ejemplo, ignora que se ha emitido una
fatwa en su contra), mientras que Abdul ejercita ese tipo de bondad lamebotas tan propia del escalador y el figurón (¿como Blair en La Reina?). Que el filme vea con liviandad estas conductas y las trate como un ejercicio de comprensión intercultural es la parte más grave del problema. La presencia lateral, oblicua, casi siempre en los fondos de los encuadres, del incómodo Mohammed, que solo quiere regresar a India, es un astuto pero inconvincente contrabalance por parte de Frears.
Victoria y Abdul es una apología de la monarquía, pero no es necesario tener un juicio sobre ese régimen político para advertir que su operación es demasiado simplista, monocromática y convencional. Por supuesto, habrá siempre personas que consideren que es suficiente con que películas como esta sean seductoras y ofrezcan una idea benéfica de la historia. Pero...
VICTORIA & ABDUL
Dirección:
Stephen Frears.
Con:
Judi Dench,
Ali Fazal, Tim
Pigott-Smith, Eddie Izzard, Adeel Akhtar, Michael Gambon, Simon Callow.
111 minutos.